AMLO: gestión incierta

Por la espiral

Ha pasado un año en el ejercicio del poder, un año que desgasta física y emocionalmente, desde luego,  erosiona la imagen entre el candidato y el gobernante.

            Eso les pasa a todos, sería antinatural que no sucediese dado que forma  parte la maquinaria del poder, al presidente Andrés Manuel López Obrador  le ha tocado  también lo suyo.

            Él defiende los buenos indicadores (¿?)  y hace de la limpieza de la corrupción su baza fundamental, sin embargo, hay una enorme lentitud en cuanto a la aplicación de los programas sociales y de muchos otros programas que la gente requiere.

            A mí en lo personal me queda la duda de saber dos cosas acerca del comportamiento de la izquierda y de cierta izquierda más recalcitrante: la primera, por qué les cuesta tanto trabajo ejercer el gasto, le tienen  miedo a las cuentas; a la toma de decisiones y eso pasa factura a los planes y programas en vigor.

            Segundo, es más fácil que se rompa y fagocite a que sume: la izquierda puede tener mil rostros y no juntarse entre sí, es más odiarse y repelerse; y cuando de hacer purgas se trata se pintan solos. El espectro de la derecha es más fácil que sume entre sí.

            Bajo ese sino, la gente que acompaña a AMLO en el poder no sabe cómo gastar el presupuesto, a qué programa  darle o no prioridad, estamos atestiguando un desastre en la administración porque no saben gestionar los recursos y entonces obra la parálisis.

            Esa parálisis  va lastrando hasta al propio sector salud con el desabasto de medicinas unas vitales para grupos vulnerables que carecen de los medios económicos para adquirirlas.

            El letargo de AMLO y su gabinete a los únicos que están dañando con sus dudas e indecisiones son a la gente de clase media del estrato más bajo y a millones de personas sumidas en distintos baremos de la pobreza.

            Preocupa además la incapacidad para reconocerlo, el vaso medio lleno o medio vacío, depende de la posición en la que uno se encuentre como gobernante o como gobernado.

            México camina hacia la última recta del año, cuando se vaya septiembre quedará el cuarto trimestre y todos los análisis internacionales apuran por una recesión; unos hablan de finales de 2020, otros de la primera mitad de 2021.

            Hay indicadores industriales, de producción automotriz, de la industria de la construcción y del sector de las manufacturas que desdibujan una ralentización preocupante y más acelerada de lo que muchos creen.

A COLACIÓN

            Encima a México no le está acompañando el entorno internacional, ni su relación más espinosa que nunca con Estados Unidos y para acabarla de amolar hasta Argentina está al borde de la suspensión de pagos; siempre dando la mala nota en el momento más delicado.

            No hay un plan B en el equipo del presidente López Obrador y con las mañaneras no va a contener la desaceleración de la economía mexicana, son empleos y oportunidades que se pierden y que afectan a muchos de  sus votantes.

            Esa es la parte más desilusionante: la gente que voto por él, por el susodicho cambio, está viendo cómo retorna la pesadilla de la caída de la economía como una maldición sexenal.

            Aún pienso en ese joven de voz quebrada que en un evento con AMLO pidió la voz desesperado rogando porque no desapareciera el bachillerato en línea, ¿para qué hacerlo?, ¿para qué quitar las guarderías? ¿Para qué empeorar las cosas? Eso no lo hace diferente ni del PRI ni del PAN.

            Que la gente empiece a protestar porque se ve afectada es tan solo el principio y quedan largos cinco años, de decisiones e indecisiones, ojalá no se convierta en el sexenio de la indecisión y todo quede inconcluso comenzando por darle más seguridad a la ciudadanía.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales