El juicio de Sócrates
Sócrates, el gran filósofo griego, quien a pesar de no haber dejado ni un solo escrito, su conocimiento y peculiar manera de ver la vida y adquirir conocimientos han inspiró a millones de personas en el mundo a través de más de veinte siglos.
Es considerado como el padre de la filosofía política y de la ética, siendo sin duda, su mayor y más importante contribución “el método de la dialéctica” (llegar al conocimiento de la verdad a través del cuestionamiento continuo), teniendo como base fundamental la comprensión objetiva de los conceptos de justicia, amor y virtud y el conocimiento de uno mismo.
Para Sócrates, todas las personas se podían catalogar en cuatro clasificaciones, la primera: aquellos que “no saben, pero creen que saben”, refiriéndose a individuos que piensan que ya lo saben todo (respecto a su profesión u oficio, y de la vida), por lo que rechazan adquirir nuevos conocimientos, por considerarlos innecesarios (no estudian ni se siguen preparando). Están también aquellos que “no saben que saben”, siendo estos los que, aún y cuando han estudiado y se han preparado prácticamente toda su vida, siguen sintiéndose incapaces, por no confiar en sí mismos, por lo que, de acuerdo a Sócrates, para efectos prácticos, son tan inútiles como el primer grupo.
Por otro lado, se encuentran quienes “saben y saben que saben”, este grupo de personas, para Sócrates, eran perfectos, seres casi divinos, sin embargo, decía en tono de broma, que nunca había llegado a conocer a uno. El último grupo eran aquellos que “saben que no saben”, clasificación a la que Sócrates decía pertenecer, se trata de aquellas personas que están conscientes de que les falta mucho por aprender, que no lo saben todo y, por tanto, siguen estudiando y preparándose constantemente, de ahí su celebre frase “yo sólo sé que no sé nada”
Al final de su vida, Sócrates fue sometido a juicio, declarado culpable y condenado a muerte por las acusaciones de “impiedad pública respecto de los dioses y corrupción de la juventud”.
La “impiedad” se refiere a “la falta del concernimiento de las obligaciones que incumben a la observación pública religiosa o de culto”.
Para la antigua Grecia, esta era una preocupación cívica, más que religiosa. Se creía que podría provocar la caída en la esfera pública por la ira de los dioses tutelares que protegían a la polis o ciudad Estado.
Las enseñanzas de Sócrates eran vistas como una amenaza en diferentes ámbitos, al criticar concepciones de Dioses demasiado naturalistas, así como negando que los Dioses pudieran cometer actos inmorales, impropios hasta de los hombres. Debido a ello, los ciudadanos más conservadores de Grecia veían como una amenaza la nueva situación religiosa propuesta por Sócrates, y creían que era la causante del declive de la ciudad.
También fueron cuestionadas sus enseñanzas educativas. Los ciudadanos más tradicionales no veían con buenos ojos sus enseñanzas sofistas en las que primaba el uso de la retórica y la dialéctica para para defender el argumento sobre la verdad (en esa época, el término sofista era identificado como “charlatán”, pues se les relacionaba con el “relativismo”, el cual cuestionaba aquello que los conservadores consideraban como verdades indiscutibles y absolutas, como la existencias de muchos Dioses, etc.), privilegiando la “opinión como criterio de verdad” afirmando que la verdad objetiva no existía.
El resultado del juicio tuvo fatales consecuencias para Sócrates, pues este fue considerado culpable y condenado a muerte mediante envenenamiento por cicuta (veneno usado comúnmente en la época para cumplir las condenas).
Pese a su brillante defensa, en la que combinaba el conocimiento y la moral, típicas de su pensamiento, su discurso no fue suficiente para lograr su absolución.
Una vez decidida su culpabilidad, Sócrates se limitó a cumplirla, honrando así una de las máximas de su vida, el acatamiento cabal de las leyes. Bebió la cicuta y murió, logrando así pasar a la inmortalidad, transcendiendo su obra y vida hasta nuestros días.
Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y sobre todo de utilidad ¡Hasta la próxima!