Fukushima: dilema moral

Solo dos hechos nucleares han sido catalogados de nivel 7 de elevada

gravedad por el Organismo Internacional de Energía Atómica (AIEA): Chernóbil

y Fukushima, en Japón.

El desastre natural provocado por un intensísimo terremoto de 9 grados

en la escala de Richter en Japón ocurrido el 11 de marzo de 2011 y que

provocó un tsunami con olas de más de 15 metros tuvo efectos perniciosos en

una de sus centrales eléctricas ubicadas en la prefectura de Fukushima.

La planta nuclear, operada por la empresa Tokyo Electric Power

Company (TEPCO), contenía seis reactores de agua en ebullición construidos

entre 1971 y 1979; resultó afectadísima por ambos desastres naturales –el

terremoto y el tsunami- la central permaneció sin alimentación eléctrica externa

y los reactores nucleares se apagaron de inmediato, el agua inundó una parte y

no se pudo evitar la fusión parcial del núcleo de 3 de los 4 reactores.

Hubo explosiones de hidrógeno y muchas fugas de radiactividad. Si

bien nadie perdió la vida directamente de la explosión, sí generó una masiva

evacuación de 100 mil personas y se le responsabiliza de la muerte de más de

1000 de esos desplazados sobre todo ancianos así como de la aparición de

casos de cáncer de tiroides.

“El accidente dio lugar a la emisión de radioisótopos al medio ambiente.

La mayor parte de las emisiones a la atmósfera fueron transportadas hacia el

este por los vientos dominantes, depositándose en el Océano Pacífico y

dispersándose dentro de él”.

Fukushima es una ciudad costera que se encuentra a 250 kilómetros al

norte de Tokio, tiene varios puertos importantes, si bien la planta ha quedado

rodeada también en un perímetro de exclusión de 30 kilómetros no está bajo

control, las últimas noticias son preocupantes: “Para 2022, la compañía

propietaria de la central nuclear japonesa de Fukushima, TEPCO, se habrá

quedado sin espacio donde almacenar el agua contaminada de la planta tras el

accidente de 2011”.

Yoshiaki Harada, ministro de Medio Ambiente de Japón, ha contribuido

a elevar la alarma al confirmar el mes pasado que su gobierno no tiene más

opción que “tirar el agua al mar y diluirla” ante el sopor de los habitantes de la

zona, de los pescadores, de los ecologistas y la comunidad internacional

porque se trata de un daño masivo al medio ambiente, esta vez, sobre del

Océano Pacífico.

¿No hay más opción? Ayer hablé con Raquel Montón, responsable de la

campaña antinuclear de Greenpeace al respecto de esta enorme inquietud, en

su opinión: “Claro que hay más soluciones para no verter más de un millón de

toneladas de agua contaminada que se llevan acumulando debido a la continua

tarea de seguir enfriando esos núcleos fundidos y además hay filtraciones de

agua”.

La activista advirtió el enorme riesgo de que Japón termine vertiendo el

agua de la central nuclear directamente en el Océano Pacífico, algo que debe

evitarse.

Entre otras cosas, añadió preocupada, dicha agua contiene estroncio y

yodo a unos niveles que no podrían ser vertidos así es que “habría que

limpiarla” encima contiene tritio que puede ser tratado con tecnología que ya

emplean tanto Canadá, como Reino Unido y Estados Unidos.

“Aquí vemos lo de siempre quieren la opción más barata pero más

perjudicial… todo es una cuestión económica, la alternativa que Greenpeace

plantea es que esa agua quede acumulada durante 100 a 120 años que es lo

que demora el tritio en dejar de provocar daños. Si el agua no se trata como

debe ser para limpiarla del estroncio, del yodo y del tritio no puede ser vertida

en el mar”, defendió categórica la experta.

A COLACIÓN

Recientemente el gobierno de Japón ventiló que ya no tienen más

espacio para seguir acumulando tanques de agua contaminada de Fukushima,

le pregunté al respecto a Montón: “Sí la hay, en muchas zonas próximas

podrían habilitarse espacios y ampliar los tanques que, entre otras cosas, es

algo que la población como los pescadores de la región están pidiendo. Echar

esa agua al mar provocaría un gran daño a la industria pesquera, de hecho,

Corea del Sur también se une a esa idea de que la sigan acumulando y la

limpien”.

La industria nuclear, agregó Montón, pretende venderse como una

solución para crear energía limpia aunque en realidad solo cubren el 4% de las

necesidades energéticas mundiales.

Hay que reivindicarlo, indicó, no son imprescindibles “es una falacia” de

los 194 países en el mundo solo 31 tienen instalaciones nucleares y varios

están desmontándolas.

En España hay 7 centrales nucleares, en la vecina Francia 58 y según el

informe elaborado por la World Nuclear Industry Status Report (WNISR) en

2017 había en el mundo 449 reactores nucleares operando en 31 países.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo

económico y escritora de temas internacionales