Golpismo y democracia
El pasado 23 llegué a los 87 años de edad. Por los
innumerables testimonios de amistad y reconocimiento que
recibí infiero que algo bueno he hecho en la vida.
El día anterior había concluido un complejo y exitoso proceso para
elegir a 4 miembros del INE, que percibí como un invaluable
obsequio. Mi memoria desenterró incontables luchas y
aspiraciones colectivas que libramos desde el descarado
fraude de 1988 por la creación de organismos electorales
independientes: encendidas protestas, plazas llenas, cientos
de compañeros caídos, negociaciones interminables, tanto
como un levantamiento armado y un magnicidio que
precipitaron los cambios.
La lucha social se prolongó en los espacios parlamentarios y
en sucesivas reformas que incluyeron al gobierno soberano de
la Ciudad de México. La alternancia del 2000 pervertida por la
derecha y la vuelta al poder del viejo régimen en el 2012
ahogaron ese despertar y desencadenaron una corrupción
revanchista que ha convertido a sus autores en carne de
patíbulo. El acta de nacimiento de la democracia mexicana se
levantó hasta el 1 de julio del 2018.
Resulta escandaloso que los patrocinadores de antiguas
satrapías imputen hoy al gobierno una reversión autoritaria,
cuando este comienza apenas a desbrozar la raigambre del
neoliberalismo. Sorprende más aún la torpeza de quienes en
el seno de la mayoría, por un pretendido “lealismo”, le hacen
el caldo gordo al adversario. Proclaman una polarización
política “sin matices” e instigan a la guerra santa enfundados
en sus casacas estalinistas o en sus catecismos totalitarios.
Ofrecen al Presidente trofeos que no les ha solicitado.
GOLPISTAS les llamé por la vesania que invirtieron en su
empeño de anular el proceso de elección de los nuevos
consejeros del INE.
Los pasos y requisitos que la Constitución prevé fueron
rigurosamente cumplidos, aunque con retraso a causa de la
pandemia: la integración de un Comité Técnico de Evaluación
imparcial, la selección curricular de 60 candidatos entre 391
aspirantes, las entrevistas virtuales a los restantes, el examen
a los seleccionados y la propuesta de cuatro quintetas –dos
de hombres y dos de mujeres- como lo había establecido la
convocatoria. Pudo haber mejores -según criterios- pero la
elección fue legal y equitativa. Desgraciadamente no fue
posible incrementar el número de mujeres para alcanzar la
paridad como lo indica expresamente el artículo 41
constitucional, ya que era cosa juzgada.
¿A qué venía pues la inviable intentona de anulación?
Maniobra burda para incluir a lo más un consejero adepto o
agradecido. Minúsculo tráfico de influencias que fue
aprovechado internacionalmente para acusar al gobierno de
violentar la autonomía del Instituto Electoral.
Inesperadamente la cadena CNN, de alcance mundial, me
solicitó una entrevista el pasado jueves. Escuché de entrada
una locutora enardecida que comparaba a López Obrador con
Hugo Chávez y el “apoderamiento” del órgano electoral como
una emulación de Nicolás Maduro. Le repliqué enérgicamente,
pero para mi sorpresa exhibió un análisis doloso y detallado
de las biografías de cada nuevo consejero electoral:
objetando a uno por haber sido diputado del PRD, otra por
haber laborado a los 21 años con el actual gobernador de
Chiapas y a otra por haber servido al gobierno en tareas de
inteligencia financiera; sin reparar que todas y todos se han
destacado en la transformación democrática e institucional del
país.
Acusó al Ejecutivo Federal de menospreciar al órgano
electoral. Recordé que en la cuenta histórica de AMLO figura
la complicidad del instituto en los fraudes electorales de 2006
y 2012, por lo que sólo confía en el veredicto inocultable de
las urnas y que -al igual que los propios consejeros electos-
censura tanto las enormes sumas destinadas a los partidos
como a la onerosa burocracia electoral. Reconoce que la
selección de nuevos consejeros “terminó bien por una
votación mayoritaria y a través de acuerdos democráticos”.
Pidió a los nuevos consejeros “actuar con honestidad e
imparcialidad sin sumisión a los partidos ni al gobierno”: el
arribo a una madurez institucional.
Alto al servilismo que suplanta los valores de la República y
entrega armas preciadas a quienes buscan denostarnos.