Grito catártico

Por la espiral

En el extranjero, de México se habla de su corrupción y de su pobreza, pero se le admira, se le respeta y se le quiere por su vasta cultura, por sus hondas tradiciones, el arraigo que tiene el mexicano casi en su ADN por preservar sus tradiciones, por presumir de su folclor y de sus raíces. A los mexicanos nos da orgullo cantarle a nuestra bandera, lucirla, presumirla y besarla con cariño.

            En otros países del mundo, sus habitantes reniegan de su bandera,  como el caso de millones de catalanes; de hecho, hasta le silban a su propio himno como hacen igualmente otros vascos al respecto del himno de España.

            Estos días de patria y pundonor, con la celebración de la Independencia de México, en Europa se han dado muchas muestras de afecto hacia el país azteca.

            En especial, quiero destacar el detalle de Bruselas, Bélgica permitiendo que su mítico y multivisitado Manneken Pis que es el símbolo de la ciudad fuera vestido con el traje Wixarika de los Huicholes para honrar nuestras fiestas patrias.

            A la estatua de bronce de 65.5 centímetros le han colocado un sombrero de palma, un traje de manta bordado con chaquira y hasta los tradicionales huaraches. Ha sido una ceremonia muy significativa.

            En París, Francia la ceremonia del Grito de Independencia congrega a bastantes compatriotas, la Asociación París-México lleva más de 20 años organizando el encuentro en un salón de fiestas La Palmeraie; un convite al que año con año acude invitado el embajador de México en Francia.

            Es una fiesta bonita que busca unir a la comunidad mexicana asentada en tierras galas, sobre todo en París, se paga por entrar un boleto de 20 euros y adentro diversos restaurantes mexicanos de la capital francesa venden una amplia diversidad de comida típica.

            Allí se dejó ver Juan Manuel Gómez Robledo, embajador de México en Francia, quien muy emocionado lanzó vivas a los héroes que nos dieron Patria y libertad.

            Por cierto que, en Montmartre, un bello ballet folclórico hizo las delicias de propios y extraños… en Francia se quiere mucho a nuestro país y a los mexicanos.

A COLACIÓN

            Muy distinto el ambiente en tierras hispanas: Roberta Lajous, embajadora de México en España, no deja de recibir críticas por parte de la comunidad mexicana asentada en el país ibérico; por su indiferencia, por su elitismo y por su escaso compromiso para con la cultura de la nación azteca.

            Siempre ausente en casi todos los encuentros culturales relacionados con los  mexicanos pero siempre presente si se trata de ir al Palacio Real con los Reyes de España.

            La ceremonia que ella realizó se dividió en tres partes: la primera, en el Parque del Oeste en Madrid, dio unas palabras ante la estatua de don Miguel Hidalgo y Costilla a las 16 horas; luego a las 19 horas, en la Plaza de Chamberí en un quiosco lanzó los vivas y  ondeó la bandera en presencia del público que estaba allí congregado; todo muy desangelado.

            Finalmente, a las 21 horas recibió en la casa de la Embajada de México en España a una serie de sus invitados casi todos españoles por supuesto de alcurnia, renombre, cargos públicos con los que le interesa codearse y dejó en la calle a casi todos los mexicanos que tuvieron que ir a festejar y a convivir allá a dónde se les ocurriera. Muy lamentable.

            Una actitud que por supuesto es muy familiar, ya estamos  acostumbrados,  no es otra cosa que el pan nuestro de cada día en una nación que podría ser el ejemplo del mundo si cambiara muchas, muchísimas cosas para bien. Comenzando por la forma de proceder de sus funcionarios, gobernantes y representantes.

            ¿Lo sabrá el presidente Andrés Manuel López Obrador? Se supone que él está limpiando todo el reguero que dejó el ex presidente Enrique Peña Nieto. Pues esto no habla nada bien de su Cuarta Transformación.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales