La Lealtad

No se puede acusar válidamente de traición o falta de lealtad al que tiene hambre, al miserable, al que no está de acuerdo con la mentira, al que no apoya tropelías, desvíos de principios, populistas, demagogos, autoritarios y/o malos gobiernos, al que ejerce su libertad de expresión, al que no es servil, ni al que no está dispuesto a ser humillado.

La lealtad es un sentimiento de pertenencia o adhesión a una causa, una persona o a un proyecto. Es un afecto o una actitud hacia algo que es externo a la persona quien profesa la lealtad.

Es este valor humano un valor que es aquilatado enormemente por quien lo goza, pues se expresa en un acompañamiento permanente y en ocasiones de por vida, dependiendo siempre de que la lealtad sea en dos vías es decir, de manera recíproca y proporcional.

No se puede ser leal a quien no lo es. No se puede ser leal a quién te usa. No se puede ser leal a quién traiciona. No se puede ser leal a quien se desvía de los objetivos y traiciona los principios fundamentales de un organización o proyecto, ni a quien se aleja de valores humanos universales ético y morales. No se puede ser leal a quien no te aprecia como persona. No se puede ser leal con quien es desagradecido o malagradecido. No se puede ser leal a quien te desprecia.

Hay quién afirma que se debe ser leal siempre independientemente del comportamiento de aquella persona a quién se le es leal. Es decir, se dice que la lealtad es ciega y sin condiciones, pero aquel que piensa así, en realidad está confundido, dado que, si bien es cierto que los valores éticos y morales tienen validez y permanencia perenne en el tiempo, también los que no son normas de conductas obligatorias en favor de quien traiciona a no cumple con las expectativas que nacen de la lealtad misma.

Es cierto que incluso la lealtad impone en ocasiones hasta el sacrifico mismo, pero esa lealtad, insistimos, debe ser recompensada de alguna u otra manera, pues aquel que considera que es leal de manera eterna, a pesar de las muestras de deslealtad de aquel a quien se le es leal, entonces se sitúa en los terrenos del martirio, del servilismo, la humillación o la adulación, siendo estos verdaderos anti valores que degradan tanto a quienes los gozan como a quienes lo practican.

La lealtad supone que se sea fiel a los principios, a las metas trazadas, a la ética, a la moral y a los buenos sentimientos, porque el que es -supuestamente leal- a quien es anti ético, a quién es inmoral o anti moral, a quién se aparta de los principios que dieron origen a un movimiento, o a quien es de malos sentimientos, no es virtuoso ni posee o practica el valor de la lealtad sino que es un verdadero cómplice de aquel que actúa de manera desvirtuada y se degrada como ser humano.

Ese gran deseo de apoyar a una persona, proyecto o movimiento es la lealtad, y no tiene nada de malo que en la lealtad vaya la esperanza de una mejor vida, de un mejor futuro, pues el anhelo de superación es una virtud del ser humano, siempre y cuando vaya acompañado de los valores humanos universales 

Una característica fundamental de la lealtad es la libertad para ejercerla, porque si no es de manera libre y espontánea esa actitud o ese sentimiento, no será lealtad, sino cualquier otro anti valor humano como los que anotamos líneas arriba. 

En consecuencia, este valor debe ser ejercido de manera libre, sin presiones ni ataduras, es decir para practicar este valor el ser humano lo debe hacer por convicción propia, sin condiciones de ningún tipo, precisamente para que se una sentimiento positivo y duradero, porque cuando se fuerza la lealtad, esta se da de manera artificial y errónea y en cualquier momento se puede destruir, o descubrir que no era lealtad.

Indudablemente que la lealtad posee un origen social, porque es una necesidad entre los seres humanos, las organizaciones y los países, porque es un sentimiento que cohesiona a las personas en torno a un fin, en torno a un anhelo y en torno a una sociedad.

Podemos afirmar que la lealtad es muy necesaria en cualquier sociedad humana, pero para que se exija la lealtad, para que reine la lealtad, se le debe ser leal al amigo, al compañero de trabajo, al familiar, a la pareja, a la nación; pero de igual manera, los gobernantes deben crear esa inspiración de lealtad de sus gobernados al prodigarles con resultados óptimos en sus gestiones y en actos honestos de gobierno, para que sean colmados con muestras de lealtad y no de rechazo como continuamente sucede por sus malos y deshonestos resultados.  

Debemos ser leales, pero no a la ignominia, no al descrédito, no a la deshonra, no al oprobio, no a la afrenta, no a la infamia, no al desprecio, no a la división de la sociedad, no a las bajezas, no a la deshonestidad, no al contubernio, no a la utilización torcida; sino a la lealtad misma, al honor, a la honra, a la honestidad, a la verdad, a la solidaridad, al amor, al cariño, a la dignidad, a la unión, al decoro, al respeto, a la conciencia, a la nobleza, a la integridad y a la rectitud.