"Motherland", paz y prosperidad en el Estrecho de Taiwán

Por Pedro Isern.

Recientemente, el presidente de República de China-Taiwán, Lai Ching-te, ha remarcado que la isla tiene una historia política más antigua que la de la República Popular China. Este es un hecho fáctico, fácilmente verificable. Para Lai, una nación fundada por el comunismo en 1949 no puede ser la "motherland" (es decir, la "madre patria") de otra fundada en 1911. En todo caso, sostiene Lai, Taiwán debiese ser la "motherland" de China continental.



Podríamos hacer hincapié en la idea de "motherland" como una relación que incorpora la templanza y paciencia que da el tiempo, pero que también necesita de la sabiduría que representa el respeto por el distinto. Estas virtudes solo se encuentran presentes en las sociedades abiertas. En la región, Taiwán es la "motherland" de la tolerancia y la pluralidad para la construcción reciente de una democracia liberal. No solo es una nación más "vieja" que la construida por el Partido Comunista de China desde 1949, sino que el paso del tiempo ha hecho posible la consolidación de una sociedad democrática.



Luego, por un lado es el "seniority" que da la propia edad, pero es principalmente el prestigio del aprendizaje en el tiempo lo que ha hecho de Taiwán una nación que puede y quiere ser imitada por los habitantes de otras. Ese es el profundo sentido de "motherland": una nación o polis que puede aspirar legítimamente a ser imitada por otros, porque a lo largo del tiempo ha aprendido de sus errores, ha profundizado sus virtudes y, en ese camino, no ha pretendido dar lecciones a nadie.



Desde 1911 en adelante, la República de China-Taiwán no ha agredido a nadie y ha progresado material e institucionalmente. Solo ha buscado vivir en paz y ser respetado y aceptado por organizaciones internacionales, donde, por cierto, tiene mucho expertise para aportar.



Paso seguido, es necesario preguntarse por el papel de la comunidad internacional. La equidistancia entre una dictadura grande que agrede y una democracia pequeña que sufre esas agresiones, ha sido y es un ejercicio hipócrita, en tanto presentarse como neutral ante una agresión asimétrica es tolerarla.



Ante ese escenario, la comunidad internacional puede todavía resarcirse recurrir, sin ironía, al concepto de "motherland", porque allí será posible pensar la relación entre el tiempo, el aprendizaje y la tolerancia.



Taiwán ha desarrollado desde 1911 en adelante (con los hitos de 1949 y, particularmente, la transición a la democracia en 1996) el ejercicio de esas virtudes. Consecuentemente, ello contrasta con el creciente uso de la violencia y el conflicto por parte de Pekín en el Estrecho de Taiwán. Ante una creciente agresión unilateral, la comunidad internacional tiene la enorme oportunidad de aprender de sus errores y cobardías y apelar a la fraternal idea de "motherland", no para explicitar lecciones de uno a otro, sino para entender el valor geopolítico y estratégico que tiene una nación plural y pacífica enfrentada a un régimen represivo y expansionista.



Hay en el comentario del presidente Lai un punto importante que debe ser profundizado: por un lado, la República de China-Taiwán no pretende ni aspira a conquistar a China continental. La aspiración de la sociedad taiwanesa es vivir en paz, buscando que los 23 millones de habitantes puedan desarrollar sus proyectos y consolidar sus diferentes modos de vida.


* Pedro Isern es director ejecutivo del Centro para el Estudio de las Sociedades Abiertas (CESCOS) www.cescos.org.