René Guajardo y Rayo de Jalisco, memorables
Nacieron astros
MEXICALI.- En la constelación rutilante de luchadores que le dieron al pancracio mexicano, particularmente en las décadas de los 50´s y 60´s, marcadas ambas por el signo del éxito, René Guajardo tiene un espacio con letras mayúsculas.
La jerarquía de Guajardo entre las cuerdas hace suponer que desde el mismo pañal asumió el papel de líder y el rol de villano, condiciones que cumplió cabalmente y le dieron el nombramiento de “Rey”, porque se le ubicó como el “soberano de los moros”.
El miércoles 26 de mayo de 1965, la desaparecida Arena que se localizaba en Calle 3ra. y Avenida Michoacán, en Pueblo Nuevo, bajo la luz de las estrellas – no tenía techo-, y con lleno que hizo fiesta, Guajardo y su compadre Karloff Lagarde (ambos QEPD) sostuvieron una lucha que dejó a los aficionados enajenados y deseosos de verlos de nuevo.
Los españoles Carlos Posa y Antonio Montoro eran los rivales, precedidos de una serie de victorias en todo el país. Se manejaba la versión de que la dupla española estaba invicta. EL MEXICANO, como en otras fechas, relató las incidencias en la sección A de ese entonces, porque el pancracio no anidaba en las páginas de deportes.
El encuentro fue de alarido y Guajardo figura plena que unió la voz de los espectadores a su favor, con un desempeño formidable, propia de un astro de la lucha libre.
Lagarde se contagió de la labor de su compañero y ambos ofrecieron mucha resistencia a los hispanos, pero una artimaña de Posa hizo que los mexicanos perdieran, cuando fingió un foul y se descalificó a los oponentes.
El público enardecido pedía la cabeza del réferi. El reto vino luego, cuando René pidió la revancha con las cabelleras de por medio, pero lo más que se atrevieron a exponer los contrarios fue el sueldo, a la semana siguiente.
La pasión hizo que se quedara gente en las banquetas del escenario, luego de los boletos se esfumaron en el transcurso del día.
René y Karloff probaron porque resultaban una pareja de cuidado y se impusieron ante la euforia general.
Guajardo a toda costa quería ahorrarle el pago del corte de cabello a Posa, pero nuevamente en duelo fue rechazado.
Esa fue una de las comparecencias de mucho contenido de René en la tarima local.
Cerca de ese escenario, en la Arena Coliseo, años después, ofreció una de las luchas más sanguinarias en Mexicali, ante El Solitario. Ese recuerdo no se borra, porque fue brutal.
Guajardo fue campeón del mundo en peso medio y tuvo enconados rivales, como Ray Mendoza, El Santo, Cavernario Galindo, Rolando Vera, Jerry London, Gran Hamada, Aníbal, Rayo de Jalisco y muchos más, particularmente El Solitario y Perro Aguayo.
De ese corte poco se han visto, porque René, pese a su condición de villano, fue aclamado por los aficionados, porque salió con mucha personalidad, con empaque propio y una habilidad excepcional, por lo que se cargó de reconocimientos y llenó de orgullo a su natal Monterrey.
RAYO
Guajardo topó en la lona local con Rayo de Jalisco y qué momentos se tuvieron entonces.
Muchas hojas del almanaque han caído desde ese entonces, pero Consuelo de Islas no se pierde en la distancia, porque vivió intensamente –dice-, esos momentos dulces que tuvo el pancracio veterano, cuando la gente vibraba al compás de los costalazos y el grito festivo en las gradas era saludo para los limpios. También había, y muchas, voces, las más, de repudio y reproche pleno a los rudos.
Conoció la señora de Islas muy temprano la lucha libre, cuando puso la mirada en la Arena Pueblo Nuevo.
Han transcurrido muchos años y no se le pierden a Consuelo, pese a que era corta de edad en ese tiempo, porque asegura “las viví a plenitud, porque fui parte de un público devoto de las cuerdas. El desfile de buenos luchadores era impresionante y no había reposo.
EL MEXICANO, oportunamente, daba a conocer el cartel. Cada combate tenía algo que ofrecer, desde la preliminar hasta la estelar, no había reposo en la tarima y en las gradas”.
Consuelo dice que tomó a Rayo de Jalisco como su luchador preferido. “Tenía estilo propio, recursos y en el aire era pájaro. Verlo volar emocionaba. No he mirado de nuevo tres topes en reversa seguidos, como lo hizo ante Black Shadow, con tanta donosura y cadencia. La gente se puso de pie y cuando bajó del encordado lo llevamos en hombros al vestidor”.
“Rayo de Jalisco sabía luchar, tenía el toque privilegiado que dan las sogas. El público lo apoyaba sin reserva. Y seguíamos sus pasos por las revistas de ese tiempo, sobre todo cuando luchaba en la Ciudad de México”, señala Consuelo.