Características del sistema de gobierno presidencialista y parlamentario
En México, la figura del Presidente de la República es equiparado
por muchos, como a la del Soberano bajo cuyo imperio se toman las
decisiones, categóricamente más decisivas para el rumbo de la nación
(lo cual en muchos sentidos es verdad).
La realidad es que, en nuestro país desde los tiempos de Don
Benito Juárez, vivimos en un sistema de “Presidencialismo”; personaje
en cuya decisión se concentran las determinaciones más trascendentales
de la patria, generando con ello un desequilibrio (de facto), en relación
con los poderes Legislativo y Judicial, los cuales, en la práctica pasan a
servir al soberano ejecutivo en turno.
El modelo de gobierno republicano, bastante exitoso en otros
países, pareciera no funcionar el todo en nuestro México. Quizá se deba
a nuestra idiosincrasia, la que nos hace querer adorar a un “Tlatoani”,
en lugar de someternos a la autoridad de las instituciones (como de
derecho estamos obligados a hacerlo).
En México, no obstante que el Presidente de la República es
elegido de manera individual y directamente por el voto de los
ciudadanos, lo cual, desde el punto de vista democrático pareciera ser lo
más acertado y por tanto, lo que mejores resultados debería generar a
la hora de gobernar, existen otros sistemas de gobierno bastantes
exitosos, quye aún y cuando son democráticos, el Jefe del Estado no es
elegido por el voto de los gobernados, tal es el caso de países como
Inglaterra e Irlanda, por mencionar algunos. A este sistema de gobierno
se le llama “Parlamentario”.
En el sistema Parlamentario, el Primer Ministro es elegido por sus
pares parlamentarios (lo que en México serían los legisladores).
El parlamento es la única institución legitimada democráticamente,
por lo que el gobierno deriva su autoridad del parlamento, el cual es el
depositario de la soberanía del pueblo, teniendo entre sus funciones: la
de elegir el Primer Ministro, además de dictar leyes.
En este sistema de gobierno, el titular del poder ejecutivo es
miembro del congreso, por tanto, está obligado a interactuar con los
otros legisladores.
Se caracteriza también porque su sucesión es más flexible,
pudiéndose negociar entre los miembros del parlamento.
Algo importante, es que el puesto del Primer Ministro puede ser
removido más fácilmente que el del Presidente, pues esto es facultad del
parlamento. Lo que ha sucedido más frecuentemente, cuando este ha
perdido el control de su partido o cuando se ve involucrado en
escándalos o actos de corrupción. También se ha dado el caso de que se
ha destituido por los malos resultados en la implementación de acciones
de políticas públicas y económicas.
En contrapartida, resulta muy complejo y poco probable que el
Presidente de la República sea removido de su cargo, aunque los
resultados de su gobierno sean catastróficos. Esta permanencia casi
inamovible del puesto, puede llegar a conducir a la “personalización del
poder” (sobre todo en un país como México), lo que conlleva grandes
riesgos y terribles consecuencias en la vida de sus habitantes.
En nuestros negocios, profesión y vida personal, cuando una
fórmula no funciona la cambiamos por otra que nos dé los resultados
esperados. ¿No sería benéfico (y saludable) hacer lo mismo en cuanto a
la forma de gobierno de nuestro país?
Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas
letras hayan sido de su agrado y sobre todo de utilidad ¡Hasta la
próxima!