Cita con Clío
FRASE. “Mientras que leemos historia hacemos historia.” George William Curtis. Crónica de viaje (fragmento).
“Bordeando el océano Pacífico (1769). Día 19 salimos de buena mañana, y ha sido continuando el hábito que ya teníamos de subir y bajar. Al vencer el primer cerro hemos dado con otro arroyo de encinos y algunos alisos también seco. Así, interpolando con cerros y arroyos todos secos, aunque frondosos, hemos pasado toda la caminata, que ha sido de tres horas poco más, y la última media ha sido virando rumbo derecho al sur, para dar con el aguaje, que nos tenía explorado y avisado dicho señor Sargento, que va por delante con este trabajoso ejercicio, y el de hoy tuvo más que hacer que el hallarlo, pues hubo de trabajar en alegrarlo y componerlo, con el beneficio y la economía de que bajasen a él poco a poco las bestias, han podido beber todas a su satisfacción.
A este paraje, que es muy parecido al antecedente con sola la diferencia de tener agua, llamamos Santa Miguelina, o Micaelina. En la jornada de hoy, un criado del gobernador de nación genovés y de oficio cocinero, ha mostrado el valor de su espada atravesando con ella una burra por entre las nalgas, y dejándola muerta a sus pies, porque se le ponía delante y retardaba el andar de su cabalgadura; y certificado dicho señor gobernador, por testigos de vista y confesión del reo, del burricidio, le privó del oficio, mandó quitarle las armas, le condenó a seguir la expedición a pie, y a que pague la burra in quadruplum, esto es 40 pesos. Aquí una yegua parió una hermosa mulita, y considerando que el tierno animal no podría seguir a las demás, se les adjudicó a los indios, quienes prontamente la desollaron, y puesta en pedazos a la lumbre empezaron a regalarse con sus frescas y tiernas carnes. Buen provecho les haga.
Día 20 seguimos nuestra peregrinación, y fue la caminata de cinco horas, todas por barrancas de una vez penosas, subidas y bajadas sin la menor tregua. A la una hora, desde una eminencia vimos el deseado mar de la contracosta, y al fin de la jornada paramos en su playa, aunque como una legua distante de sus aguas, pero llamo playa porque estaba ya todo llano hasta dicho mar. Lugar pastoso, pero sin agua que beber ni irracionales ni racionales. Reconocimos ser este paraje el que los mapas y derroteros llaman la Ensenada de Todos Santos.
Día 21 proseguimos, siguiéndole el rumbo a la playa del nordeste al sudueste, y por camino todo llano, menos una barranca, que se ofrece en la medianía, que no es cosa de cuidado, a las dos horas y media de andar, llegamos a la rinconada de la dicha ensenada y paramos como a tiro de fusil del mar. Es paraje hermoso, bello llano de tierra toda buena y en su orilla junto a los cerros, que no son muy altos, frondosea con mucha arboleda por las orillas de un arroyo, que al presente no trae agua, pero de ésta y buena hay tanta abundancia que podría alcanzar para una ciudad, sólo que está en varias pozas grandes y éstas están en bajo, aunque no mucho. Si se halla forma de poder aplicar esta agua a riego, o a buscarla arriba en su origen, se podrá con ella hacer grande labor. Fuera de eso, la tierra está muy vestida de pasto verde y se conoce tener bastante humedad, ya que es sitio donde llueve. Ello es que el paraje convida a una misión, que, con la circunstancia de marítima, y costa mansa en tan bella ensenada, podría dar y recibir de los navegantes consuelo y utilidades. Y porque ya se me hace largo el tiempo de dedicar algún paraje a María Santísima, mi madre y señora, y que estamos en días en que se hallaba de visita en las montañas de Judea, dije que llamásemos a este hermoso sitio, la Visitación de María Santísima. Y convinieron todos con mucho gusto”.
CONOCIENDO NUESTROS ORÍGENES. Adolfo de la Huerta. Presidente interino, 1 de junio a 30 de noviembre de 1920.
La revolución lo colocó al lado de los triunfadores. Buen amigo de Plutarco Elías Calles y hombre de confianza de Obregón, desde el gobierno de Sonora encabezó la revolución de Agua Prieta que terminó con el régimen y la vida de Carranza y elevó a De la Huerta a la presidencia de la República.
Su administración fue caracterizada por su afabilidad, su honestidad y su buena fe. Era un hombre respetuoso de la vida humana –a diferencia de otros revolucionarios- y logró rodearse de hombres honorables como José Vasconcelos, Juan Sánchez Azcona, Salvador Alvarado y Antonio I. Villarreal, que le permitieron heredar al presidente Obregón una situación inmejorable.
Su gobierno fue definido con una palabra: pacificación. El presidente logró que el viejo militar golpista Félix Díaz depusiera las armas; se ganó a los últimos zapatistas que, encabezados por los generales Genovevo de la O y Gildardo Magaña, continuaban en pie de guerra; aprobó el fusilamiento del general Jesús María Guajardo, asesino material de Emiliano Zapata, y sometió al autor intelectual de la muerte del caudillo suriano: Pablo González. Pero el mayor de sus éxitos fue haber utilizado la palabra, el diálogo y la confianza para lograr la rendición del más temido de los generales de la revolución: Francisco Villa.
Cuando Obregón fue electo presidente, De la Huerta se sumó a su gobierno como secretario de Hacienda. El destino lo llevó a tomar las armas cuatro años después contra el propio Obregón. Derrotado, marchó al exilio y por algún tiempo se ganó la vida dando clases de canto, una de las pasiones de su vida.
FUENTES CONSULTADAS:
1) Luis González y González. Viaje por la Historia de México. México. 2010.
2) Omer Englebert, Fray Junípero Serra. El último de los conquistadores. Apóstol y fundador de Californias. 1713-1784. México, 1957.
*) Licenciado en Administración Pública y Ciencias Políticas por la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la UABC y, en Historia por la Facultad de Ciencias Humanas de la UABC. Investigador del Archivo Histórico del Municipio de Mexicali. IMACUM. Email: lerdok57@hotmail.com.
Facebook: Francisco Javier Palacios Flores.