Cita con Clío

FRASE. “Toda civilización que ha existido, al fin se ha desplomado. La Historia es una narración de esfuerzos que fracasaron, o aspiraciones que no se realizaron… Por eso, como historiador, uno tiene que vivir con un sentido de lo inevitable de la tragedia” Henry A. Kissinger.

EL MISMO MEXICALI, LA MISMA GENTE. Recordando a don Eduardo “Peludo” Rubio. “Hasta en su origen, Mexicali fue humilde. Poco a poco fueron llegando sus pobladores, a levantar sus tiendas de tronco y varas en el inhóspito desierto. Unos venían de Sonora, otros de Colima, algunos veracruzanos sin faltar los antípodas, los de la otra alejada península yucateca.

Todos con el mismo afán: el trabajo; todos con la misma ilusión: la esperanza, y todos con el mismo propósito: mejorar sus condiciones de vida, luchar para hacer dinero, buscar mejores oportunidades para sus esposas, para sus hijos.

La soledad hermana, las penalidades hacen nacer la simpatía mutua, y las carencias hacen el milagro de la solidaridad entre quienes viven en las mismas condiciones y obedecen a un mismo destino. Ninguno de los pioneros de Mexicali, que yo sepa, llegaron aquí nadando en dinero. Nada, todos eran pobres, todos venían a jugársela en la tierra extraña. Por eso, desde un principio, Mexicali adquirió ciertas características que no se dan en otros lugares de la república.

Yo te presto el camión, tú me prestas el tractor. Yo tengo una disca y tú no la tienes, pero yo tengo una bordeadora que puedo prestarte. Y así, la gente del campo, formó una sociedad colectiva sin estatutos. Y en la ciudad, los incipientes comerciantes, los pequeños industriales, los que más tarde serían poderosos hombres de negocios, hacían sus tratos de palabra, no se avalaban los compromisos con letras que no se conocían más que las de los libros, ni con los modernos cheques penales cuya insolvencia se considera ahora como fraude.

Los mexicalenses de entonces, estaban conformes en aceptar cheques botadores porque también eran buenos para sus compras. Y jamás se iniciaban juicios por falta de pago de algún documento, ni jamás se abrieron las puertas de la cárcel para encerrar a algún moroso. Había confianza absoluta, había amistad de a buenas, y si una mueblería fiaba sus cachivaches “de cosecha a cosecha” era porque estaba segura de cobrar la cuenta precisamente a la cosecha.

Pobres y ricos, acaso recordando su origen común, se divertían en los mismos lugares, tomaban la copa en las mismas cantinas, todos eran amigos entonces. Mexicali era el único pueblo sobre la tierra, cuyos pobladores gozaban y sufrían en común. La amistad, la bendita amistad, había unido a la gente en un lazo común de armonía y paz, de concordia y hermandad.

Ya no es igual y lo digo con todo el pesar de mi alma. La política nos ha dividido, nos ha enemistado, ha hecho que nos aborrezcamos unos a los otros.



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