Contra el estado laico

Actualmente, la Iglesia católica y algunas iglesias evangélicas impulsan en el

Senado de la República la reforma a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto

Público (LARCP), el ordenamiento jurídico que reglamenta las disposiciones de la

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en materia de

asociaciones, agrupaciones religiosas, iglesias y culto público.

Manifiesta lo anterior la citada ley en su artículo primero, en donde señala,

además, que las normas de la LARCP “son de orden público y de observancia

general en el territorio nacional”.

¿Cuál es la pretensión de las iglesias arriba mencionadas? Que en la reforma que

están impulsando quede establecido que las asociaciones religiosas pueden

colaborar con las instancias de gobierno en temas como construcción de paz y

emergencias. Las leyes que establecen el carácter laico del Estado no han podido

detener las acciones anti laicas de los ministros de culto y de los servidores

públicos que lograron que este cambio se plasmara ya en el reglamento interior de

la Secretaría de Gobernación. Ahora quieren más, mucho más, y van por la

reforma de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.

Alfonso Miranda Guardiola, secretario general de la Conferencia del Episcopado

Mexicano (CEM), aseguró a principios del pasado mes de julio que la CEM

respeta el Estado laico, una institución a la que Bernardo Barrando sustenta “como

una estructura jurídicopolítica que no establece una religión oficial”. Lo cierto es

que las acciones del titular del órgano que reúne a los más de 100 obispos de

México ponen en duda su proclamado respeto a la laicidad del Estado mexicano.

Entiendo perfectamente bien que el Estado laico no es antirreligioso o anticlerical.

¡Y qué bueno que no lo sea!, porque la función del Estado no debe ser a favor ni

en contra de ninguna religión. Si actuara en cualquiera de las anteriores

direcciones (a favor o en contra) se rompería su naturaleza laica en perjuicio de

los derechos humanos de los mexicanos.

Es importante recordar que la pretensión de Benito Juárez y de los liberales que

participaron en la creación del Estado laico era la supresión de los privilegios

exclusivos de la Iglesia mayoritaria. Estas prerrogativas impedían que en México

se establecieran otras religiones, las cuales estaban prohibidas por las

constituciones intolerantes que estuvieron vigentes antes de la promulgación de la

Constitución liberal de 1857.

Fue esta Carta Magna de ideología liberal, y posteriormente las Leyes de Reforma

promulgadas entre 1855 y 1863, las que pusieron fin al Estado confesional, el cual

fomenta el abuso de poder y la ignorancia, además de caracterizarse, según

palabras de Artola, “por la promulgación de una religión oficial y la financiación

pública del culto y la atención de las necesidades del clero…”.

Las leyes que garantizan el carácter laico del Estado y de la educación que en el

marco del mismo se imparte son claras; sólo esperan ser respetadas por los

funcionarios públicos y por los ministros de culto. Al respecto, Bernardo Barranco

acaba de declarar a Expansión Política: “El artículo a letra dice que hay una

separación histórica entre el Estado y la Iglesia. El Estado no puede interferir en la

vida interna de la Iglesia ni las Iglesia deben intervenir en la agenda pública, en la

toma de decisión y en la ejecución de programas gubernamentales y la Cartilla

Moral es una iniciativa gubernamental”.

Concluyo mi columna de este día señalando a título personal la necesidad de

preservar inalterable los principios de laicidad y separación del Estado y las

iglesias. Entiendo que, para preservar estos logros históricos y benéficos para la

vida de nuestra querida nación, es importante que el Estado tenga presente la

composición plurirreligiosa de México, y que por respeto a ésta se niegue a

satisfacer las aspiraciones clericales en materia de educación religiosa, así como

aquellas que de un tiempo a la fecha buscan el otorgamiento de concesiones de

radio y televisión a las iglesias.

Hoy por hoy México clama por el fin de la discriminación y de la intolerancia

religiosa, esos males ancestrales que sólo esperan un pretexto para resurgir

violentamente en agravio de los grupos religiosos minoritarios. Estoy seguro de

que usted, amable lector, sabe perfectamente bien que la supresión de los

fenómenos antes mencionados solo será posible si contamos con un Estado laico

fuerte, en el que todos cumplamos las leyes del país, principalmente aquellos que,

al asumir sus cargos públicos, juraron guardar y hacer guardar la Constitución

Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanan.

Twitter: @armayacastro



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