De Tabaco Rubio

Así. Casual. Aunque no fumes o, si fumas, mejor. Por un cigarrito. Pueril, mundano

y ominoso. De tabaco rubio. Sabroso. Un pitillo cuyo vientre esté repleto de

monóxido de carbono y toda la parafernalia de gases que se tornan en semillas de

males indescifrables para quien lo fuma, para los del derredor. Que digo un

cigarrito, un puñado de ellos. Así. Casual. Qué estarías dispuesto a hacer por uno.

Ahorita, más tarde, por la madrugada, da igual.

Yo no se si tu fumas o no, pero para el caso que ocupa hoy a esta esta columna, es

absolutamente irrelevante. Por mas que me digas que tasas un valor tangible o

intangible en ese cigarrito después de la comida, o el glorioso golpe –jalón de

humo- después de un vuelo transcontinental de quince horas, o el proverbial, el de

rigor después de lo que ya sabes… -pues hasta en las películas se disfruta,

aparentemente en pareja, y entre menos ropa se porte, es mejor-.

Por más que me lo digas, la verdad, resulta irrelevante. Es decir, un cigarro o

paquete de cigarros -que da igual-, es una chuchería, una nimiedad, un articulo

cuya representación de valor material es algo que no ocupa ni marginalmente

nuestras más frívolas conversaciones. Así.

Precisamente, la ausencia total de valor del cigarro es la que representa

probablemente uno de los lados mas oscuros y siniestros de este ser humano del

Siglo XXI que hemos construido o desarticulado, que en pleno estallido de la era de

la información, en pleno momento de los romances cibernéticos y del

aleccionamiento religioso vía red social, nos revela –o nos recuerda-, conforme al

testimonio escalofriante del Medico David Nott, la gravísima y profundisima crisis

en la que se ve envuelta la humanidad. Si, tú y yo incluidos.

El desquiciante relato de Nott se circunscribe a Siria –en un sitio no identificado

por razones de seguridad-. Pero se vuelve universal. Sí, más allá de aquella

tradición milenaria del Imperio Ebla, de su accesión a Babilonia, su relación

cercana con Egipto o las glorias Persas. Probablemente con mucha familiaridad en

esencia con cualquiera de nuestros barrios, calles y avenidas.

Nott. El Doctor Nott, un voluntario cirujano de emergencias que por más de 20

años se ha incorporado a zonas de guerra para prestar lo que los cercos militares,

sean del bando que sean, niegan a las victimas civiles de la refriega. Su experiencia

incluye Bosnia, Libia, Chad, Sudan y la Republica Democrática del Congo. Nott lo

describía con precisión a The Times (Londres) no hace mucho tiempo: él, junto con

sus colegas, igualmente altruistas y temerarios, comenzaron a notar un patrón

escalofriante en los casos que atendían de las mujeres y los niños que eran

tiroteados mientras cruzaban a diario la línea de fuego en busca de alimento y

abastecimientos.

Un día –relata-, eran disparos en el área genital, al día siguiente solo se

presentaban casos de disparos en el pecho, luego, solo en el cuello. Todos los casos

del mismo día presentaban disparos exactamente en la misma zona corporal. El

caso más escalofriante fue cuando comenzaron a recibir solamente mujeres

embarazadas, con disparos directamente al útero, y balas alojadas en el cráneo del

feto.

Dicen que eran mercenarios provenientes de China y Azerbaiján, trabajando para

el régimen Assad. Nunca fue confirmado. Daba igual. Lo único de lo que todos se

impusieron con certeza es que durante los tiempos muertos de la batalla,

mercenarios o soldados se enfrascaban en un juego perverso de tiro al blanco

humano cuyo premio era, precisamente, un punado de cigarrillos.

Nott dice que el horror fue mayúsculo. Él sabe de sobra que es frecuente la

desgracia de que civiles perezcan en el fuego cruzado, pero que en 20 años de

voluntariado nunca había sido testigo de algo tan atroz. “Eran asesinatos

deliberados, por diversión”. Nott lo describe como “el infierno después del

infierno”.

Cuando en un juego de azar un grupo de hombres toma de tiro al blanco cualquier

ser humano, pero en particular úteros de mujeres embarazadas, por aburrimiento

y a cambio de un maldito cigarro, me parece que ya es la alarma máxima de que las

cosas deben de cambiar, de que nuestras actitudes, acciones y prioridades

colectivas han errado dramáticamente y nos han convertido en un basilisco que

vertiginosamente se aproxima al vacío.

¿Por qué un ser humano mata a otro? Explicaciones las hay en la ciencia, sesudas,

eruditas. Pero existen las otras explicaciones cuando llegamos a tan atroz realidad

que además se presenta por doquier, las que tienen que ver con la descomposición

social, la corrupción -¡la corrupción señoras y señores!-, la indolencia, el

individualismo materialista que ignora la naturaleza humana a cambio de un Mini

Cooper o Mustang descapotable, un iPad, un crucero por el Caribe o una cuenta

bancaria abultada.

Los reportes cuantifican cien mil muertos en Siria, al menos durante los últimos

años. Hay reportes que calculan ciento veinte mil muertos en México en el sexenio

de Calderón. Y qué decir de otras latitudes y los que van en este alarmante e

indolente sexenio mexicano sin control, rebasado. ¿Y las desapariciones forzadas:

Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, Chiapas, en fin? ¿Y Nigeria? ¿Honduras? ¿Europa?

¿América? ¿Y los huérfanos de esas muertes?

Parece que el aniquilamiento humano se ha trivializado de tal forma que entra y

sale de nuestra visión con la misma facilidad con la que captamos las frases vacías

y desesperadas en las redes sociales, los chistes burlones de la condición de los

demás, la publicidad electrónica o la silicona infame que se presenta ostentosa en

el horario estelar de la pantalla chica. La frivolidad y el dinero mal habido como

divisa del nuevo concepto de felicidad.

Cuando un cigarro vil y de tabaco rubio tiene igual valor, o más, que un crío

formándose en las entrañas de su madre, me parece que es momento de detenerse,

respirar profundo y reconocer eso, que ya no tenemos madre, y urgentemente

cambiar. La decisión es solo nuestra, las consecuencias también para los que se

salven de la metralla y vengan a poblar estas tierras en los años por venir. Tú

decides hoy…



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