De tos aguda
Pues se murió la tía Chuchis. Vivía en una casa a la qué íbamos de vez en
cuando, llena de cuadros y fotografías. Decían que ella era la que llevaba el
árbol genealógico de la familia, todo guardaba. Si alguien necesitaba alguna
información iba con la tía Chuchis que se sabía de memoria la historia de toda
la estirpe desde varias generaciones atrás. Tenía casi noventa años, soltera, y
aunque era ya una edad muy avanzada su muerte causò profunda sorpresa a
los parientes. Por cierto, nunca supimos donde quedó todo el acervo que
guardaba la tía Chuchis. Desapareció, yo creo que lo tiraron.
La velaron en su propia casa, en medio de la sala, un poco por razones
económicas y otro poco porque últimamente las funerarias están saturadas y
hay que sacar turno para el servicio, además hay tanto miedo que la gente
luego ni va y el riesgo es que los muertos estèn allì solitos.
Organizaron todo muy bien en la casa, previamente hicieron a un lado los
sillones, las mesitas y los aparadores llenos de trebejos que la tía había ido
acumulando durante su larga vida y allí, en medio de la pieza, colocaron el
ataúd abierto con sus cuatro velas correspondientes y una corona de flores de
regular tamaño. Todos los miembros de la familia atravesaban por algunos
altibajos económicos y no fueron muy dispendiosos en los arreglos incluso
para la corona anduvieron haciendo una colecta y creo que fue todo, no hubo
más flores. Aun así, se trató de darle dignidad al evento y limpiaron todo lo
que se podía para el mayor lucimiento y gala. Pegadas a las paredes
acomodaron las sillas para los deudos que se iban acomodando en el orden
que llegaban, aunque respetando una instintiva jerarquía. Los parientes pobres
procuraban acomodarse al fondo y cerca del ataúd los de mayor alcurnia.
Utilizaron las sillas del mismo comedor de la tía Chuchis que no fueron
suficientes y tuvieron que traerse las sillas del patio, dos de la cocina medio
despostilladas y completaron con otras que fueron prestadas por los vecinos,
de eso me enteré por mi prima que fue la encargada de los avituallamientos y
el mobiliario. En la cocina había café y tazas de diferentes tamaños, incluso
algunos vasos de cristal grueso. Allí se descuidaron un poco porque el servicio
se veía medio deteriorado, no había dos tazas iguales. El café lo había traído
otra prima de Veracruz. .Durante el velorio la gente permanecía sentada sin
hacer muchos movimientos y hablaban muy despacito, casi cuchicheando, si
alguien elevaba el volumen de la voz más de lo permitido todos volteaban y
miraban al transgresor de tan mala manera que éste inmediatamente
enmudecía. No recuerdo que nadie se estuviera riendo, aunque era difícil
saberlo porque los cubrebocas no permitìan captar bien los gestos de las
personas.
La tía en vida, era una mujer a la que la naturaleza le había escatimado la
belleza, dicho de otro modo era fea, pero ya muerta, exhibía una ligera
sonrisa que dulcificaba su rostro. Todos comentaban en el funeral que la tía
Chuchis había sido una mujer muy buena, los halagos subieron de nivel y a las
pocas horas se exaltaron tanto sus cualidades que en el imaginario colectivo ya
la tía Chuchis era casi una santa. Nadie osaba hablar de sus defectos y
pecados que a decir de la gente eran muchos. Lo más sorprendente era que la
tía Chuchis era muy servicial pero aun así no muy querida, y ahora muerta
todos parecían muy conmovidos. Luego lloraron un poco, no de manera
escandalosa, pero sí lo suficientemente evidente para que el velorio tuviera la
dignidad requerida. Yo preguntè sobre las causas de su muerte y después de
un embarazoso silencio, alguien dijo por allì que de tos aguda. Creo que mi
pregunta fue imprudente porque después de ella, discretamente y sin
despedirse se fueron retirando los presentes. Pobrecita de mi tìa Chuchis, tan
buena que era.
viveleyendo.normabustamante@gmail.com