Desaceleración

Finalmente se aclaró la situación y, efectivamente, se reconoció la desaceleración de la

economía mexciana. Las cifras indican que el PIB del segundo trimestre abril-junio de

2019, apenas creció 0.1% respecto al primer trimestre y, si se observa con base anual, lo

hizo en 0.4% respecto a abril-junio de 2018.

Es obvio que las autoridades tuvieron acceso privilegiado a esta información, pues pocos

días antes, se anunció con amplitud, un ambicioso programa de apoyos económicos en

materia de infraestructura, créditos a las micro y pequeñas empresas, créditos hipotecarios,

apoyos a sectores agroalimentarios del sur mexicano y financiamiento a contrataciones y

compras anticipadas del sector público para 2020. Este programa por 485 mil millones de

pesos, sin duda tendrá efectos positivos en la economía, auqnue todavía está por verse con

que velocidad lo hace y como serán los impactos regionales.

Ambos sucesos son económica y políticamente importantes. En primer lugar, acaban con el

juego del miedo que tanto ha gustado a los críticos de la 4T, pues un día sí y otro también,

se la pasan de agoreros de todo lo mal que las cosas van a estar, como si las cosas hubieran

estado bien. Parece que todavía no se dan cuenta que, si el gobierno cambió, fue porque las

cosas no estaban bien. Así, al haber un indicador positivo de crecimiento, por ínfimo que

sea, se acabó el rumor de la recesión técnica, que los economistas tecnócratas suelen usar

para identificar el advenimiento de una crisis, buscando hacer imprescindible su presencia.

En segundo lugar, es sano que el gobierno federal haya reconocido la necesidad de actuar e

intervenir en el fomento de la vida económica, pues en busca de eliminar a los

intermediarios y las asignaciones públicas a empresas privadas, se había llegado a tener

menos gasto público que el gasto programado. El efecto no deseado de la lucha contra la

corrupción y frenar el acceso de grandes empresas a distintas fuentes y formas de recursos

públicos, si bien está acabando con mucha simulación económica, también ha limitado el

consumo privado y cierto nivel de inversión, tan importantes para el crecimiento.

Lo que las autoridades económicas de hacienda han hecho, es anticipar efectos

desaceleradores del crecimiento, provenientes de disminuir el volumen de gasto público

corrupto, pero también provenientes de los nubarrones externos que se empiezan a formar a

partir de las distintas guerras comerciales en diferentes frentes nacionales de la

globalización. En los hechos, al alinear en una sola dirección los instrumentos y volúmenes

de gasto público que poseen, sin intermediarios, están anticipando un programa anticíclico

a lo que pudiera ser el fin del ciclo de expansión actual del mercado mundial, abierto desde

la recuperación del 2009, después del colapso de 2008, con la quiebra en septiembre del

gran banco Lehman Brothers.

A veces parecería que las autoridades federales no saben lo que hacen, porque es difícil

explicar cómo se ha permitido durante tanto tiempo, el abuso y la impunidad, al amparo de

normas y leyes hechas para que muchos que actúan mal, no puedan ser tocados porque lo

han hecho legalmente. Esto es más difícil de explicar cuando, ante una percepción tan

fuerte de impunidad y corrupción, caen pocos o nadie.

Sin embargo, los ciudadanos todavía estamos dentro del razonable plazo de fe, que se

alarga mientras más lo ataquen los empresarios y políticos que ya no controlan ámbitos de

gobierno, ni pueden seguir haciendo o promoviendo inversiones que estimulaban el

crecimiento, a través de influencias y mochadas. Que mejor ejemplo de como el

crecimiento económico puede ser terrible para el bienestar de las comunidades y

trabajadores, que las inversiones que, gracias a dios, ya no anuncia el Grupo México.

Durante años, los ciudadanos de México y otros países centroamericanos, temblamos cada

vez que un gobernante anunciaba una nueva inversión y más empleos de bajos salarios del

Grupo México, pues algo malo pasaría. El recuerdo de los vertimientos de químicos al rio

sonora y la afectación sin compensación de miles de familias productoras de artículos

tradicionales sonorenses, es tan triste como el vertimiento “accidental” de ácido a la Bahía

de Guaymas y su impacto en la vida marina y la actividad pesquera. Ahora ni el famoso y

exitoso eslogan de promoción turística “Visita Guaymas, no seas gacho”, funcionará por un

buen tiempo.

Desde hace mucho tiempo los economistas discutimos si primero fue el huevo o la gallina;

es decir, si es cierto que el crecimiento es necesario para que haya bienestar, o es necesario

que haya bienestar para que exista crecimiento. Hasta julio de 2018, es evidente que los

economistas sociales perdieron la batalla. El hecho de que las amenazas de los economistas

tecnócratas no se hayan cumplido, abren la oportunidad para que, junto con la sociedad y

las empresas, discutamos de nuevo porqué la economía dejó de ser una ciencia social.



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