Deshumanización creciente

Por la espiral

En la actualidad, hay más refugiados y desplazados  que incluso los generados por la Segunda Guerra Mundial, cuya devastación abarcó a varios países en diversos continentes.

            El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señala que 70.8 millones de personas estaban desplazadas desde sus respectivos lugares de origen, hacia otra parte; algunos movimientos pueden ser internos dentro del mismo país y unos más obligados a traspasar las fronteras.

            Se busca refugio por diversas razones, pero son tres las más acuciantes según datos de la ONU: la principal es por la guerra; seguida de persecuciones que pueden ser políticas, religiosas, de género, discriminación racial, sexual y hasta por esclavitud; y la tercera, derivada del cambio climático que hace más severas las sequías, las riadas, las inundaciones y hasta los tsunamis.

            De los 70.8 millones de desplazados, un total de  23.9 millones de personas están en calidad de refugiadas en otros países y muchas con trámites de solicitudes de asilo.

            El asilo que estos días viene siendo una palabra manida; como  refugiado que para unos es prácticamente sinónimo de apestado, dos palabras malditas, en tiempos muy difíciles.

            Se rebela una crisis humanitaria y también una crisis de humanidad, ambas en un campo semántico que desdibuja una estrepitosa pérdida de valores y de solidaridad hacia nuestros congéneres.

            Encima recrudece -en cierta parte de la gente- la posición simplista de que el drama del otro “no es mi problema”, muchos inclusive aprovechan el más mínimo tema relacionado con la inmigración ilegal para sacar al fascista que llevan dentro con rancios y agrios comentarios. ¡Qué pequeñas de espíritu y de entendederas pueden ser algunas personas!

            Preocupa al máximo si esa pequeñez aqueja a los gobernantes de turno, a quienes toman las decisiones que trastocan nuestras vidas, que alteran –para bien o para mal- nuestro ritmo al corto y al mediano plazo.

            En Italia, Matteo Salvini, sostiene un pulso frenético con el primer ministro Giuseppe Conte con el tema del Open Arms… el obtuso ministro del Interior ha dejado muy claro que quién tiene el poder y el control en Italia no es Conte sino él, el Dios Salvini.

            El país de la bota no acogerá ni a los inmigrantes del  Open Arms, ni mucho menos a los del Ocean Viking, a Salvini le importa un cuerno violentar una serie de leyes y tratados internacionales, dos imprescindibles como son  la Declaración de los Derechos Internacionales y la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar.

Sería plausible (si hubiera un poco de humanidad) que el Tribunal Europeo levantase cargos contra Salvini por la omisión del deber de socorro y seguramente que los juristas avezados encontrarían otros cargos más por la conducta que está teniendo él y a la que orilla a Italia sumida hace un par de meses en una crisis política que arrastra el lastre de la desaceleración económica.

A COLACIÓN

            Se tocan muchas fibras dolorosas con casos como estos, hay gente que tras 17 días varada frente a Lampedusa ha tomado la decisión de arrojarse del barco para nadar e intentar llegar a la costa; el desalojo a cuentagotas de los últimos días, primero de enfermos graves, de embarazadas y luego de algunos menores ha agudizado la ansiedad de los que se quedan, al ir y venir de las olas, bajo un calor infernal de 39 grados centígrados.

            ¿Qué clase de seres humanos estamos tejiendo las fibras sociales, ideológicas, morales y humanas del nuevo siglo XXI? Un siglo en suma harto complicado ya de por sí con la inminente connivencia con la Inteligencia Artificial.

            En pleno 2019 hay gente que se conduele más por el sufrimiento de un perro, de  una mascota, que por el padecimiento de otro ser humano; no quiero imaginar qué pasará cuando haya robots o humanoides en nuestras vidas y se pueda hasta vivir y convivir con ellos.

            La raza humana pasaremos a ser categoría inferior para algunos clasistas, fascistas, supremacistas y oligarcas que creen que este mundo estaría mejor “limpio de tanta inmundicia” libre sobre todo “de gente de tercera”. Cuidado con los que así piensan… cuidado con los Salvini.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales 



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