Discurso y crímenes de odio

La actual campaña de difamación contra el apóstol de Jesucristo Naasón Joaquín

García sigue imparable. El juicio todavía no comienza, y varios periodistas le están

tratando ya como delincuente. Este trato es el que le dan los comunicadores que

han accedido al lugar en que se han desarrollado las audiencias, así como los

medios de comunicación que se dedican a reproducir las notas que aquellos

escriben.

El objetivo de esta campaña es claro: poner en duda la solvencia moral del

presidente internacional de la Iglesia La Luz del Mundo, la cual goza del

reconocimiento de más de 5 millones de personas en 58 naciones de los cinco

continentes.

El principal problema es el discurso de odio que día a día gana terreno en redes

sociales, en donde se lanzan condenas e insultos con calificativos denigrantes

contra la persona del apóstol de Jesucristo, sabiendo incluso que la reciente

audiencia en la Corte Superior de Los Ángeles fue para tratar el tema de la fianza,

no para resolver el tema de su culpabilidad o inocencia.

El discurso de odio se alza irracional pidiendo la supresión de la Iglesia La Luz del

Mundo, aun sabiendo que este tipo de demandas son contrarias a lo que

establece el artículo 24 constitucional, que garantiza la libertad de religión, y en

donde se establece, además, que “el Congreso no puede dictar leyes que

establezcan o prohíban religión alguna”.

A muchos de los promotores del discurso de odio les indigna que los fieles de esta

Iglesia sigan defendiendo la honorabilidad de su máximo líder religioso, pues lo

que pretenden es justamente eso: que los miembros de la comunidad se

decepcionen de él y de la Iglesia bajo su dirección, algo que no ha ocurrido debido

a que su pueblo conoce perfectamente bien su honestidad y trayectoria.

Estas desenfrenadas manifestaciones de odio hacia la Iglesia La Luz del Mundo

nos deben llevar a una revisión exhaustiva de la historia, para tener presente

cómo en otros tiempos, del discurso de odio se llegó a transitar a los crímenes de

odio. A los judíos, por ejemplo, se les llegó a acusar a través de libelos de males

que ellos jamás cometieron, logrando atraer en contra de ese pueblo la

animadversión de la gente.

En 1144, en Norwich, Inglaterra, se publicó el siguiente libelo: “Los judíos de

Norwich compraron un niño cristiano antes de Pascua y lo torturaron con todas las

torturas con que nuestro Señor Jesucristo fue torturado, y el Viernes Santo lo

colgaron de una cruz por odio a nuestro Señor y después lo enterraron”. El

anterior relato calumnioso aparece en el libro Páginas de odio. Historia del

antisemitismo, escrito por Yehuda Krell, quien plasma en un pie de página el

siguiente dato: “Las crónicas registran que el 6 de febrero de 1190, casi todos los

judíos fueron asesinados en Norwich, a excepción de unos pocos”.

Krell presenta más calumnias que afectaron a los judíos. Una de ellas contra Isaac

bar Elazar, señalado de haber crucificado a un niño católico llamado Christian, en

el festejo de la Pascua judía, y de haber arrojado el cadáver al río Loira. "Al

concluir el juicio contra la comunidad, se le ofreció a los judíos la elección del

bautismo: la mayoría no aceptó y esto provocó la reacción de la población que

quemó a treinta y cuatro hombres y diecisiete mujeres judíos en la hoguera".

A través de los siglos, el odio hacia los judíos se fue acumulando paulatinamente,

tanto que, con Hitler a la cabeza, logró el exterminio de entre 5 y 6 millones de

judíos, a los que debemos agregar los que antes y después del holocausto nazi

fueron masacrados. Puede observarse que lo que comenzó como un discurso de

odio, terminó en crímenes de odio que por ningún motivo debemos permitir que se

repitan.

En más sobre este tipo de campañas, cargadas de odio, calumnias e injurias,

todos sabemos que innumerables personas y grupos han sido víctimas de ellas a

través de los tiempos. Sabemos también que los autores intelectuales de las

mismas buscan perjudicar a quienes afectan sus intereses en distintos ámbitos del

quehacer cotidiano.

Lo más vergonzoso es la actuación de varios medios de comunicación, que se

prestan para ser utilizados como plataformas de desinformación, así como para

estigmatizar a personas y grupos cuyo éxito y crecimiento pone en peligro los

intereses y monopolios de las principales religiones, que de un tiempo a la fecha

han experimentado una grave disminución en su número de fieles.

Por último, debo agregar la decepcionante actuación de algunas autoridades que,

faltando a su deber de impartir justicia con respeto a los derechos humanos, se

suman a las campañas ya mencionadas, golpeando despiadadamente el buen

nombre de los líderes religiosos que amenazan los intereses y privilegios de las

religiones que algunos funcionarios profesan.



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