El Acoso

El Acoso

Es tan abusivo el comportamiento de algunos hombres, que no consideran acoso algunas actitudes cotidianas, sino solamente aquellas que rebasan la demarcación personal y material de las mujeres, esto es tocarlas o aproximarse demasiado a ellas con actitud lasciva.

Sin embargo, los insistentes interrogatorios con apariencia de conversación, las miradas libidinosas en forma directa o las mismas actitudes en las redes sociales, son acoso igualmente. Es lamentable que muchos hombres lo hagan de manera tan espontánea, que ni siquiera se den cuenta de la gravedad y el daño que causan a quienes son objeto de esas agresiones. Este comportamiento lleva a otros niveles de embate que transgreden los límites para convertirse en otro tipo de delitos de mayor daño. 

Llama poderosamente la atención el comportamiento de los entes sociales en relación con el trato que se les da a las mujeres; a pesar de que las leyes han cambiado y el propósito del gobierno y legisladores va encaminado a fortalecer el posicionamiento de las mujeres en el rol general, los hechos siguen perturbando los resultados.

El acoso hacia las mujeres tiene que ver con actitudes sociales muy arraigadas. No son los hombres solamente quienes fomentan las actitudes machistas que consideran el acoso como parte permisible de su condición de varones, sino también las mujeres al ser formadoras de hombres y mujeres en la infancia; o la tolerancia y silencio de las madres en la familia tradicional, al priorizar la supremacía de los hombres frente a las mujeres. 

Es lamentable la pérdida de la capacidad de asombro de la sociedad y la falta de reacción eficaz frente a los acontecimientos violentos. Actualmente se consideran iguales las noticias de muertes de hombres, mujeres, niños o adolecentes, secuestros o feminicidios, que los eventos sociales, bodas, quinceañeras, bautizos o el bulling, que circulan en las redes sociales, privilegiando la imagen, frente al contenido intrínseco que contiene cada uno de esos hechos. 

Las oficinas públicas y privadas, bares, restaurantes, plazas comerciales y todo tipo de centros de trabajo son lugares donde las mujeres son expuestas al acoso masculino. Es urgente y de la mayor importancia proteger a las mujeres, pero idealmente no aislándolas, sino cambiando la actitud de la sociedad en general, reeducando a los hombres desde el seno familiar, en los primeros años de vida y en el resto de las etapas socializando el tema; también generando desde el gobierno una intensa campaña de respeto y protección a las mujeres. 

Podría decirse que cambiar hábitos en los adultos sería imposible o difícil, sin embargo lo mismo se pensaba de la mitigación del calentamiento global y el cambio climático. Mucha gente en todo el mundo, incluidos los organismos internacionales, como la ONU y otros, desde hace treinta años hacen esfuerzos superlativos en este sentido; resulta que la pandemia, con todos los efectos negativos que trajo, obligó a tomar medidas, entre otras el confinamiento en los hogares y la suspensión en la mayoría de las actividades productivas en el mundo, generando colateralmente que el hoyo que existía en la capa de ozono, producto de las emisiones de gases de efecto invernadero se cerrara, al reducirse éstas drásticamente.

En el acontecer diario hemos cambiado, usamos cubre bocas, sanitizantes en todas partes y distanciamiento. Lo mismo se puede hacer, modificando hábitos en relación con las mujeres y eliminando o reduciendo sustancialmente el acoso; desde luego ello requiere la intervención contundente del gobierno.

Mientras tanto, la responsabilidad de cada quien será determinante para revertir esta actitud en contra de las mujeres, que también es pandemia y de la misma manera que se han tenido que cambiar las formas de convivencia y comportamiento con motivo del COVID 19, también deberá hacerse algo similar para proteger a las mujeres. 

*El autor es jurista y promotor de economía social. 

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