EL CENTRO DE MEXICALI
Casi todas las ciudades primero fueron pueblos y luego se transformaron,
crecieron. Y digo casi porque hay ciudades que fueron diseñadas y construídas ya
con el concepto de ciudad, como Cancún en México o Brasilia en Brasil y
seguramente algunas más en el mundo. Pero por lo general las ciudades, incluso
las grandes capitales tienen en su historia su origen de pueblos.
Mexicali no fue la excepción, a principios del siglo pasado no llegaba a los
quinientos habitantes, hay un censo fidedigno que así lo atestigua, un censo que
me provoca ternura, hecho a mano, con letra manuscrita y que detalla la edad, el
domicilio y la ocupación del habitante. Ese caserío que ni a pueblo llegaba
empezó a crecer cuando los norteamericanos iniciaron los trabajos de
canalización del Río Colorado.
La revolución mexicana, aparte del episodio de los filibusteros, no dejó mucha
huella por acá, estas tierras lejanas, áridas y de clima ingrato no estaban en la ruta
de ningún revolucionario, por eso a Esteban Cantú le fue muy fácil pasar de ser
porfirista a maderista sin nadie que lo acusara de chapulín o advenedizo, así eran
las cosas entonces. Y estuvo bien que Cantú se quedara, hizo mucho por el
territorio, inició obras que transformaron a Baja California, ejemplo claro, el camino
nacional, que nos unió con el resto del estado.
Cuando inicia la segunda década del siglo pasado, los años veinte a Mexicali le
fue muy bien, la ley seca de los Estados Unidos hizo que esta ciudad como otras
ciudades de la frontera aprovecharan la oportunidad para atraer el turismo que
buscaba alcohol, juegos de azar, diversión e incluso drogas, y todo lo que allá
estaba prohibido. Mi abuelo trabajaba de croupier en El Tecolote, con lo que ganó
se compró un enorme terreno y construyó una casa hermosa, me contaba mi
mamá que ella recogía el dinero en botes de debajo de las mesas de juego.
Monedas que caían y que a nadie le importaban. Épocas de bonanza y dinero en
Mexicali.
Eso se acabó en diez años, pero dejó huellas, buenas casas, negocios y aunado a
la ya incipiente agricultura y ganadería que desde Porfirio Díaz se desarrollaba,
empezó la ciudad a crecer de manera acelerada llegando a finales de ésa
segunda década a tener 50 mil habitantes.
La Gran depresión de los años 30, la segunda guerra mundial de los cuarenta
parecieron no tocar a Mexicali que en los años cincuenta, vivió otro período de
auge económico por los altos precios del algodón en los mercados internacionales
y en los sesentas la ciudad agrícola compartió sus vocación con la industria,
llegaron las maquiladoras.
El crecimiento de Mexicali hacia el oriente fue espectacular, actualmente colonias,
fraccionamientos y centros comerciales la hacen intimar con grandes ciudades del
país, pero a diferencia de casi todas, que cuidaron la parte del origen, lo que
llamamos centro histórico, Mexicali lo olvidó.
Hoy ese centro es una ruina, edificios abandonados, pobreza e inseguridad son
las características de la zona. Esa herencia producto del descuido o de la
impotencia de gobiernos anteriores no la ha desdeñado la actual alcaldesa de
Mexicali que desde su campaña la convirtió en uno de sus objetivos
Ayer, en la Casa de la Cultura, Marina del Pilar Avila Olmeda presentó el proyecto
de regeneración del Centro Histórico ante el gobernador del estado, autoridades y
empresarios de la zona que se han organizado como amigos del centro histórico.
El proyecto es ambicioso y promete ser el detonador de una zona que crecerá y
traerá empleos e inversiones.
Bien por todo eso, por Mexicali y por este gobierno municipal que encabeza una
mujer y que asume un reto que sus antecesores no asumieron. Esto último pude
haberlo no escrito, es eminentemente un discurso feminista, bueno, pero ya está
y además es verdad.
Viveleyendo.normabustamante@gmail.com