El petate del muerto

En nuestras negociaciones y pactos con los Estados Unidos, ellos

generalmente plantean dos o tres temas para obtener el que más les

importa; o bien un chantaje abierto para arrancarnos en otro campo una

política lesiva a los intereses nacionales. En este caso, la amenaza de

subir en 5% la tasa arancelarias a los productos mexicanos, lo que

representaría un costo adicional para los consumidores norteamericanos

y sólo a medio plazo una modesta reducción de nuestra competitividad

en el mercado del norte. Sin embargo, las “cadenas de valor” –esto es

las veces que los componentes de los bienes que exportamos cruzan la

frontera- ya que inciden también en el precio de los productos.

Por otra parte, la afirmación de Trump en el sentido de que nosotros

necesitamos de ellos y ellos no nos necesitan, es una arrogancia y una

tontería. Las relaciones económicas que mantenemos con EE.UU son

extremamente intricadas e interdependientes, pero en su conjunto

todavía benefician. Por ejemplo, la balanza comercial nos es favorable

en 97 mil millones de dólares, aunque habría que descontar las

transferencias en el interior de las empresas norteamericanas con sede

en México. A propósito de vulnerabilidad está probado que si nuestros

compatriotas residentes más allá de la frontera dejaran de trabajar un

solo día, paralizarían todas las actividades en los Estados Unidos.

El T-MEC es la prolongación del TLCAN con variantes. La más importante

es la obligación que nos impone para aumentar los salarios y evitar el

dumping laboral, lo que finalmente contribuirá a la disminución de la

desigualdad que padecemos. No obstante, nos obliga a establecer reglas

de origen en la producción de automóviles a efecto de incrementar los

componentes fabricados en toda norteamérica. Estas decisiones

económicas que habrían de ser negociadas y pactadas entre los tres

países, no representan, a priori, ninguna amenaza grave contra México.

Una firma consultora del Congreso de los Estados Unidos “The Perryman

Group”, señala que si se concretara la amenaza arancelaria, en sólo seis

meses podrían perderse más de 400 mil empleos norteamericanos. Por

eso suelo llamarlas: “el petate del muerto”.

Carece de sentido plegarnos a sus exigencias migratorias que nos

llevarían a un estatuto colonial. Ellos decidirían en última instancia el

tránsito de personas en nuestro país y a través de las fronteras.

Quisieran exhibir a todo nuestro país en una jaula frente al electorado

norteamericano. La criminalización de los migrantes va a contra pelo de

los avances internacionales en ese campo. Desata un “nativismo

histérico” contrario a la globalización y promueve abiertamente un

delito: el de xenofobia. México debiera insistir en la defensa irrestricta

del derecho humano a migrar establecido en el artículo 12 del Pacto

Internacional de Derechos Civiles y Políticos así como en el artículo 11

de nuestra Constitución que a la letra dice: “Toda persona tiene derecho

para entrar en la República, salir de ella, viajar por su territorio y mudar

de residencia, sin necesidad de carta de seguridad, pasaporte,

salvoconducto u otros requisitos semejantes”.

Por ello nos hemos empeñado en que se dé a conocer cualquier “pacto

secreto” que se haya hecho en la materia. El gobierno debiera hacer

transparentes todas las negociaciones al respecto. Como suele decir

AMLO “Al margen de la ley nada; por encima de la ley nadie”. No

podemos olvidar que nuestra diplomacia promovió desde 1981 la

Convención Internacional sobre Todos los Trabajadores Migrantes y sus

Familiares, instrumento aprobado en 1990 por Naciones Unidas, tanto

como el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular,

signa en Marrakech en noviembre de 2018.

Los migrantes que llegan del sur pertenecen a la categoría de

refugiados, protegidos por importantes instrumentos internacionales. Es

contrario al derecho desplazar el muro de la frontera norte hasta

Chiapas y utilizar la Guardia Nacional como “Border Patrol”. Están ya

circulando en las redes sociales machotes de amparo para que los

utilicen nuestros hermanos centroamericanos y los propios mexicanos.

Quedará en la competencia del Poder Judicial y de los propios

agraviados la primera barrera contra un atropello constitucional. Es

cierto que la solución de fondo es el desarrollo económico del triangulo

del sur, pero ello puede tardar muchos años e incluso no realizarse. Si

Trump decide venir a México, es porque considera que políticamente ya

ganó.




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