Juárez, el tratado McLane-Ocampo y la cesión del Istmo de Tehuantepec

Los libros de texto relatan la historia de Benito Juárez como la del humilde pastorcito nacido en Oaxaca que, por diferentes circunstancias, luego de atravesar todo tipo de adversidades, sale adelante hasta convertirse en presidente de México.

Al personaje de Juárez, cuyo nombre completo era Benito Pablo Juárez García, se le ha atribuido una misticidad casi diosiánica. Los libros de texto lo señalan como una persona adusta, que siempre se manejó dentro de la ley, de una sola pieza y que nunca tuvo dudas ni jamás cometió errores.

Sin embargo, eso es algo un tanto difícil de creer, pues Juárez, a fin de cuentas, era simplemente un ser humano que, como todo el resto de nosotros, estaba lleno de imperfecciones, pasiones y deseos.

La creación del personaje emblemático de Juárez se debe, seguramente, a la necesidad de los mexicanos de tener un héroe todo poderoso, que representara la fortaleza reformadora del surgimiento de un nuevo régimen nacional que se distinguiera, sobre todo, de aquel todavía reciente colonialismo español, y también, por la conveniencia de justificar las acciones de su gobierno y de su persona.

La realidad es que, el gobierno de Juárez fue más bien de claroscuros, desde una sufrida lucha contra “soberanos” extranjeros, hasta una crueldad extrema para con los vencidos, y desde unas brillantes Leyes de Reforma, hasta el siniestro Tratado McLane-Ocampo, por el que, en apariencia, cedía parte del territorio del país a los Estados Unidos de América.

Algunas decisiones que tomó Juárez durante su administración parecen más influenciadas por un interés personal de mantenerse en el poder que en beneficio de la independencia y soberanía nacional.

El poco conocido tratado McLane-Ocampo que Juárez firmó con los Estados Unidos de América, entre los años de 1857 y 1872, les permitiría a los estadounidenses el libre tránsito, a perpetuidad, por el Istmo de Tehuantepec, a cambio de un único pago de cuatro millones de dólares, que sería utilizado por el gobierno mexicano para financiar la lucha contra los conservadores.

El territorio de libre tráfico que el gobierno de Juárez le otorgaba a Estados Unidos por territorio mexicano, como resultado del tratado, es en el que se encuentran ubicadas las poblaciones de Coatzacoalcos, Minatitlán y Acayucan, en el estado de Veracruz, así como Salina Cruz, Juchitán de Zaragoza, Santo Domingo de Tehuantepec, Unión Hidalgo y Ciudad Ixtepec, en Oaxaca.

Este tratado bien podría haber significado la cesión de parte del territorio nacional y de su soberanía al vecino país del norte, lo que hubiera tenido consecuencias catastróficas para nuestra nación como ente independiente y soberano.

Afortunadamente, más debido a la divina providencia que a decisiones de la administración juarista, el tratado no fue ratificado por el Congreso de los Estados Unidos, por lo que nunca entró en vigor. El vecino país del norte se encontraba, en esos momentos enfrascado en pleno conflicto bélico de la guerra civil entre el norte y sur, circunstancia que detuvo toda actividad legislativa y económica que no fuera esencial para su lucha interna.

Fue así como se evitó lo que hubiera sido, una de las mayores desgracias nacionales para nuestro país.

La historia es escrita por los vencedores, y no siempre es objetiva, nos corresponde a nosotros, como ciudadanos conscientes e informados, el juzgar los actos de nuestros gobernantes pasados, para así poder tener bases sólidas al hacer un análisis concreto y real de nuestros gobernantes actuales y con ello, estar en condiciones de defender nuestros derechos y contribuir a la constante construcción de un mejor país en donde impere el respeto y observancia del estado de derecho.

Como siempre un placer saludarlo esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad ¡Hasta la próxima!