La crisis que llegó
La nueva crisis global no será financiera como aconteció tras la debacle de las subprime en la Unión Americana con un efecto expansivo por toda la economía del globo terráqueo.
El espectro de una crisis de diez años que fue catalogado por los economistas como la Gran Recesión empezó con brotes en agosto de 2007 con la quiebra en Estados Unidos de varios bancos menores de inversión fue el inicio que desnudó una serie de fallos en la regulación de la economía norteamericana vertebrada hacia otros países fundamentalmente economías desarrolladas.
La quiebra –en septiembre de 2008- del gigante de la inversión Lehman Brothers dejó atónitos a millones de incrédulos que confiaban en el gigante financiero.
El siglo XXI está demostrando que no hay infalibles, las Torres Gemelas colapsaron ante los ojos de todo el mundo derribadas por la maldad terrorista y unos años después, las hipotecas chatarra y una regulación laxa, terminaron con Lehman Brothers para asombro del mundo financiero.
La Gran Recesión ha tenido de epicentro a Estados Unidos, como aconteció en 1929 con la Gran Depresión, una crisis cuya dureza contribuyó al auge de los fascismos y totalitarismos en Europa y otras partes del mundo.
El crac del 29 de octubre de 1929, el llamado martes negro, fue el punto de inicio de una debacle económica exportada desde Nueva York al resto del mundo. Se afectó a países ricos y a pobres, muchos vieron en el proteccionismo y en la economía doméstica las claves para resistir y después para levantarse.
Si la crisis del 29 se coló hasta la década de 1940, con la Gran Recesión diversos países arrastran todavía problemas para salir completamente de sus efectos negativos.
A tal punto surgen los cuestionamientos que, desde el año pasado, diversas voces de académicos, investigadores, economistas, asesores y hasta premios Nobel advierten de que en la economía global ya empezó a darse manifestaciones embrionarias de otra nueva gran crisis.
No será financiera afirma Joseph Stiglitz, para el Nobel de Economía, esta vez el colapso provendrá por el lado del producto bruto, economías incapaces de sostener su crecimiento, es más de no generarlo efectivamente.
En la visión del también presidente del Instituto Brooks para la Pobreza Mundial, en Estados Unidos Trump le ha dado a una economía hipoglucémica una receta de glucosa “que solo sirve para el corto plazo” y que consiste en un estímulo fiscal aplicado para las empresas y corporativos en 2017 y un incremento del gasto a partir de 2018.
Lo que ha hecho Trump, esgrime el escritor de varios libros de economía, es atender el corto plazo sin que ninguna de dichas medidas fomente a largo plazo el camino de la inversión necesario para crear la riqueza a favor de estimular el PIB de forma sólida y sostenible.
A COLACIÓN
En esa crisis, Europa nuevamente tendrá un papel porque desafortunadamente no ha logrado sacudirse los efectos perniciosos de la Gran Recesión.
La Unión Europea (UE) tiene encima los graves problemas de la ruptura con Reino Unido, nadie se atreve a decir el daño económico que provocará esta escisión en términos de dinero contante y sonante pero igualmente en el terreno de la confianza, de las expectativas, de la certeza que todo inversor necesita. Y allí el hoyo será inconmensurable.
Ayer la libra siguió a la baja, cayó el lunes pasado frente al euro y el dólar y continuó su arrastre el martes, lo hizo azuzada por los comentarios absolutistas de Boris Johnson, el nuevo primer ministro, sigue la misma estrategia a cara de perro de su homólogo pelirrubio norteamericano.
Les está metiendo el miedo al cuerpo a los inversores de toda la vida, a los empresarios locales, los foráneos llevan ya meses con una estrategia para deslocalizar sus empresas hacia otras partes. Ayer, las bolsas europeas cerraron en rojo.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales