La dimensión humana de la abogacía
Cuántas veces ha sucedido que a los abogados nos da la sensación
que estamos ejerciendo más la profesión de psicólogos que la de las
leyes, sobre todo aquellos que trabajan en las áreas penal y familiar,
aunque las demás ramas, como la civil, mercantil, administrativa y fiscal
tampoco se salvan, pues no sólo la privación de la libertad y los
conflictos que involucran divorcios e hijos causan estragos emocionales
en las personas, sino también lo hacen el correr el riesgo de perder todo
su patrimonio, o la casa en la que viven, por poner algunos ejemplos.
En la dimensión de lo jurídico se viven día a día emociones y
sentimientos, ello debido a que detrás de lo legal hay personas, con
deseos y esperanzas que quieren ver realizadas.
Entender esta parte es de fundamental trascendencia para el
abogado, pues sólo cuando comprende que puede tener en sus manos el
futuro y la vida de sus clientes es cuando puede ser capaz de
dimensionar el gran compromiso que recae sobre sus hombros, de ahí
que deba hacer lo posible, hasta el cansancio y con todas sus fuerzas,
su inteligencia, habilidad y experiencia, para sacar adelante y a salvo del
problema a quienes depositaron su confianza en él.
Los abogados se han caracterizado por un dominio del
conocimiento técnico jurídico, por lo que la capacidad de estudio y
análisis ha sido esencial en su desarrollo profesional, sin embargo, el
abogado tradicional ha despreciado, si no es que marginado, todo lo
relativo a la gestión de las emociones. Da toda la importancia y
prioridad a resolver el asunto empleando al máximo sus conocimientos
sin importarle lo que sienta el cliente, de manera que las habilidades
intelectuales han prevalecido en detrimento de las habilidades
emocionales.
En la práctica profesional, el abogado nunca debe olvidar que está
tratando con personas, por lo que sus acciones siempre deben estar
dirigidas a buscar el bienestar de éstas.
El ejercicio de la abogacía implica trabajar con terceras personas,
interactuamos diariamente con clientes, compañeros de profesión,
funcionarios judiciales, etc., por lo que el abogado está obligado a
desarrollar aquellas competencias y habilidades que faciliten su
desenvolvimiento en este contexto, con el fin de ser más eficaz,
permitiéndoles saber identificar los valores y necesidades de los clientes
y responder a los mismos adecuadamente, logrando así que la toma de
decisiones sea más segura y fiable, y los resultados que se obtengan
más satisfactorios.
En ocasiones el abogado se enfoca tanto en ser el ganador a toda
costa, que pierde de vista si ello resulta en realidad en un beneficio para
el cliente.
Para el abogado es fundamental desarrollar la capacidad de
comprender e identificar las emociones de sus clientes, pues sólo de esa
manera podrá dar el servicio que él en realidad requiere.
Por tanto, el abogado tiene ante sí una doble obligación, velar por
los intereses legales de su cliente desde el punto de vista jurídico y,
además, desde el punto de vista personal, buscando siempre lo que más
le beneficie a éste.
Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas
letras hayan sido de su agrado y sobre todo de utilidad ¡Hasta la
próxima!