La gira

La gira

Hay qué reconocer que hay cierto interés del presidente López Obrador por Baja California.  Con la reciente visita, son ya siete las ocasiones en que ha viajado a la entidad, durante la primera mitad de su mandato.  Su inmediato antecesor no vino más de cuatro veces en todo el sexenio, en visitas relámpago y siempre encapsulado por vallas y elementos del desaparecido Estado Mayor Presidencial.

Ahora bien, en su gira del pasado fin de semana, al presidente lo pasearon por todos los municipios, inaugurando la extensión de un hospital en San Quintín y un par de instalaciones readaptadas para la Guardia Nacional, en Tecate y Ensenada.  En Tijuana visitó obras sociales en la colonia Sánchez Taboada y en Mexicali encabezó un acto donde se plantearon acciones para la protección del Alto Golfo de California y las opciones para los pescadores.

A lo largo de estas actividades, muchas personas intentaron acercarse al presidente, pero ya no lo dejan tener contacto directo con la gente.  En un par de momentos, los agentes que lo custodian permitieron que se acercaran sus simpatizantes para saludarlo o tomarse la foto, pero aquellos que pretendieron presentarle alguna petición fueron atajados a distancia.  Ni siquiera se atrevió a bajar el vidrio de su vehículo.  Se entienden las medidas, se trata del presidente y “el horno no está para bollos”.  El gobernador Bonilla asegura que aquí todo está requetebién, pero la inseguridad no se reduce y no hay respuesta satisfactoria para los familiares de desaparecidos, maestros, braceros y jubilados, por mencionar algunos.  Digamos que es lo habitual en una visita presidencial, la agenda se define para el lucimiento de los gobernantes y se dejan a un lado los temas espinosos.

La solución al problema de los altos niveles de violencia que se sufren en Baja California se mantiene todavía en el terreno de las buenas intenciones del actual gobierno.  Está muy bien que se adapten instalaciones funcionales para la Guardia Nacional, pero mejor sería que vinieran con una estrategia de trabajo promisoria.

En un par de días cruzaremos la primera mitad del año y los homicidios en Tijuana ya rondan el millar, o sea que la tendencia se mantiene sin cambios significativos.  Fueron 2 mil 185 en 2019 y alrededor de 2 mil en 2020.  Y no solo eso, el porcentaje de homicidios dolosos que han sido judicializados y los responsables sentenciados, apenas supera el 15%.  No es necesario darle muchas vueltas; los delincuentes ponen drogas y armas, y las autoridades aportan complicidad, indolencia, incapacidad e impunidad.

No hay respuestas y las promesas ya no sirven.  Otra gira presidencial en la que el gran ausente fue el tema de la violencia, ese persistente problema que ya está fuera de control en otros rumbos del país.  ¿Seguimos esperando o nos resignamos? 



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