La Imagen de la Ciudad
Va mi deseo para el 2020: La labor de un Ayuntamiento es compleja. Debe proveer servicios básicos que requiere la población: seguridad, limpia, alumbrado, tránsito. El problema es que la ciudadanía demanda más que eso. El pueblo quiere obras, eventos, reparto de satisfactores, promoción de sectores comerciales e industriales. No hay presupuesto que alcance.
También se quiere que la ciudad se vea bonita, que tenga orden. La ciudadanía quiere estar orgullosa de su ciudad. Si es originaria o de radicación, no importa. Como quiera, la persona necesita tener un cimiento de arraigo en su barrio, su ciudad, desde luego en su patria.
Por ello existen símbolos que enfatizan esa pertenencia y la refuerzan para que las personas puedan asirse a esas bases y proyectar su imagen con suficiencia.
Cada quien tiene su concepto de lo bello y es respetable. Como cada quien tiene su gusto musical o de artes visuales. No puede imponerse una sola línea en estas áreas ya que hacerlo implica autoritarismo que termina por minar el sentimiento de comunidad que precisamente se pretende reforzar.
Sin embargo, existen ciertos criterios que deben ser generalmente aceptados respecto de los puntos importantes de la personalidad de una ciudad, que tienen que ser propuestos, no impuestos, pero de alguna manera delegados en aquellos que pueden implantarlos y promoverlos, pues de otra manera se cae en una anarquía que no beneficia a nadie y termina en un fracaso, disolvente de la comunidad.
Las ciudades exitosas tienen una personalidad, ya sea de carácter colonial, ranchera, o moderna, que se proyecta en su imagen y las actividades preponderantes que se llevan a cabo.
Además de los servicios esenciales e indispensables, la autoridad debe cuidar la imagen urbana pues es lo que define la personalidad. Es claro que el descuido por décadas de ese punto hace difícil reponer algo que se fue deteriorando poco a poco, pero la intención pública, bien difundida, con base profesional y sentido común, puede hacer milagros y transformar una ciudad en algo de prestigio. La cultura y el deporte son ingredientes que vivifican el contenido comunitario, son herramienta de impulso cívico y deben aprovecharse para proyectar el sentimiento de ciudadanía.
Una ciudad desordenada, donde las banquetas están invadidas por comerciantes precarios, con o sin permiso, destruidas por esa práctica nociva de estacionar vehículos sobre ellas, impidiendo el libre y seguro paso de los peatones; acabando con los espacios aledaños a las propias banquetas.
Una ciudad que tolera, a pesar de que la ley lo prohíbe, instalar anuncios en la vía pública, en los camellones, en las glorietas, a veces so pretexto de adopción de espacios, que no es más que solapar una mercadotecnia chocarrera. Una ciudad, que permitió instalar deshuesaderos en la principal entrada de la ciudad, para irrisión de visitantes; negocios que son necesarios y respetables, pero que podían haberse puesto en lugares donde no se ofrecieran a la vista como muestra patética de lo que ofrece la ciudad. Una ciudad que tolera y cae en la chocante tentación de proliferar anuncios en idioma extranjero buscando infructuosamente una distorsionada imagen globalizada. Una ciudad que permitió la proliferación de comunidades cercadas, con aduanas privadas, en humillante aceptación de la ineptitud para proporcionar servicios básicos a grupos de personas que enriquecieron y viven de la ciudad pero que implícitamente se quieren desligar de ella. Una ciudad que permite todo esto y no hace un esfuerzo serio por evitarlo, no está cumpliendo con su cometido social.
Un gobierno nuevo, con una indiscutible fuerza en los aspectos culturales y deportivos, donde se ubicaron personas de reconocida experiencia, energía, ingenio, puede ser un jalón que motive a otras áreas a actuar en consecuencia. Ojalá los encargados de la imagen urbana hagan lo propio.