Lo que fue y lo que viene
Un recorrido por la historia del reinado del PAN en el estado, es un ejercicio
positivo, que debe informar a quienes a partir de unos meses tomarán las
riendas después de 30 años de gobierno panista.
Revisar la historia para no cometer los mismos errores o bien no aquilatar los
aciertos.
En un cambio de gobierno que conlleva un cambio de partido en el poder,
aunque no sea el nuestro, siempre debe imperar la esperanza de que todo
mejore. No hay mezquindad más despreciable que aquel que quema su casa
para que se queme la del vecino.
Reconocer que el valor del conjunto reside en ser mejor que la suma de sus
partes. No es raro el caso que un equipo sin grandes luminarias sea más eficaz
que un Real Madrid, lleno de estrellas. Esto ocurre a menudo en los mundiales
donde los equipos nacionales se conforman con sobresalientes de varios
equipos que unos días antes contendieron unos contra otros.
El éxito es conformar un grupo que tenga la habilidad y la disponibilidad de
trabajar en equipo.
Es el caso del cuadro que en su momento formó Ernesto Ruffo al acceder al
gobierno del Estado; el primer gobierno de oposición en la historia
posrevolucionaria.
El conjunto Ruffo contaba con muchas ventajas. Desde luego, grandes
expectativas, una mística contagiosa que difícilmente se repetirá; entusiasmo
que prevaleció, cuando menos en los primeros años, en todos los actos de
gobierno. El Plan Estatal de Desarrollo fue un auténtico ejercicio de proyección
de cada una de las áreas y no un documento acartonado extruido por
mercenarios de la planeación, como se estila. No era perfecto, pero tampoco
era artificial. Operativamente, Ruffo dio libertad a sus funcionarios de
seleccionar a sus colaboradores; cuando el Partido quiso reaccionar, ya estaban
mas o menos definidas las posiciones.
Ruffo no contó con grandes jugadores; los “cracks” políticos del momento mas
bien se encontraban en otros equipos que en el PAN. Sus delanteros, Héctor
Terán y Eugenio Elórduy; el primero, carismático, de conducta intachable; el
segundo, con empuje, ganas de hacerlo todo bien, revolucionaron el espectro
político. Los goles de la credencial estatal, el pago oportuno de sueldos, el fin
de la pesadilla de las placas, son ejemplos de antología. Su procurador Priista,
Krauss, una lamentable pérdida de ese gobierno que renunció a lo poco que
podía aspirar de plural e incluyente, en ese momento. Ni modo, operó la regla
de no extranjeros.
La media cancha, con funcionarios acaso no deslumbrantes, pero trabajadores
y honestos, como René Corella, que hizo un magnífico papel en un área que se
antojaba conflictiva y difícil. Carlos Fernández, mal que bien tuvo una actividad
sostenida respaldado por Rodolfo Valdez. Víctor Hermosillo, incansable, atajó
todas las avanzadas y no tuvo problemas mayores. Turismo tenía un señorón,
Alberto Limón que cuando abandonó por lesiones, fue cambiado por Tintos, de
la misma escuela, elegante y efectivo.
Las sustituciones: Fortunato Álvarez ascendió por Terán que salió por la puerta
grande y después Rodolfo Valdez, protagónico pero eficaz, sortearon en su
momento los vaivenes políticos en una etapa ciertamente difícil cuando la
prioridad era sobrevivir y no tanto lucirse.
El defensa contralor Carlos Ahumada cumplió con su cometido de dar los
primeros golpes a la corrupción atávica que siempre contamina los gobiernos y
José Carlos Sánchez estableció un esquema de enlace con el sector
agropecuario, desmantelando el ataque corporativista.
Las debilidades, en mi concepto: Sabás Flores, desencanchado, de nivel pobre y
además bravucón, tuvo rápidamente tarjeta roja y Rafael Ayala, ni me salgo ni
me sacan, no embonó con el magisterio; bueno, no todo es perfecto.
Los siguientes sexenios panistas fueron menguando su eficacia y deteriorando
su imagen. Como al TRI, les faltó concretar. Se atuvieron a cierta ventaja de la
ilusión del cambio, pero se han cargado de lastre que les contagiaron sus
competidores.
Ahora; viene un nuevo estilo. Sería suicida un ataque continuo, cuya virulencia
y desaseo no tiene precedentes, como el que está padeciendo el gobierno
central. Procede todo lo contrario. Hay que apoyar lo positivo y criticar lo
negativo, cuando ocurra, no anticipar vísperas elucubrantes. No se vale ver
todo negativo. Si nos cae mal alguien, pues ni modo, nadie somos monedita de
oro, todos tenemos nuestro modo de hablar y de actuar.
Si al señor lo eligió la mayoría, pues por algo será. No tiene sentido dar razones
que son irrelevantes; las reglas están establecidas. Se vota y se cuenta. Las
motivaciones a toro pasado son secundarias.
Ahora, si el grupo, que todavía no toma el poder, está gestionando y operando
para que su periodo sea más prolongado, pues muy su intención y derecho. El
desgaste, el insulto, los moros y los tranchetes no tienen más final que el que
dicte la Suprema Corte. Ahí se enfría la papa caliente. Nada más. Lo que
digamos y pensemos, no corresponde. Es cuestión de competencias. La
autoridad competente para dirimir esta disputa es la Corte. Lo demás es puro
bla bla y no ayuda a nada.
Todo depende de lo que ocurra en dos o cinco años. Una segunda edición de
Ruffo con nuevos jugadores podría darles un susto.