Un mundo nuclear

Por la espiral

El mejor jugador de billar del mundo es una taiwanés de nombre Chang Jung Lin, es imbatible al momento de tirar más carambolas con tal prestidigitación como rapidez. El juego también es psicológico y mental.

            Donald Trump que es más bien un jugador de golf tiene la mirada puesta en la distancia, en el largo plazo, aunque su impaciencia natural muchas veces le ha dado una mala pasada. El mandatario estadounidense, golfista de afición, está obstinado en demostrar -metafóricamente hablando- que tiene habilidades de billarista utilizando a la geopolítica como mesa para lanzar fiascos de  carambolas contra Rusia y China.

            Hace unos días validó la decisión anunciada desde febrero pasado consistente en retirar a Estados Unidos del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) signado desde el 8 de diciembre de 1987 con la entonces URSS en tiempos de la Presidencia de Ronald Reagan y de Mijaíl Gorbachov, cuando se escuchaban los estertores de la Guerra Fría.

            Este Tratado implicaba el compromiso entre Estados Unidos y la entonces URSS (luego lo asumió Rusia como tal) de eliminar los misiles balísticos de crucero nucleares o convencionales con un rango operativo de alcance  ubicado entre los 500 y  los 5 mil 500 kilómetros ubicados en instalaciones tanto de Europa occidental como de Europa oriental.

            Se trataba de darle un respiro a una Europa que siempre ha visto con recelo a Rusia, y  conocedora de los varios intentos de la hegemonía eslava por expandir su área de influencia más allá de Europa del Este en tiempos de la llamada “cortina de hierro”.

            Oficialmente es papel mojado desde el pasado 2 de agosto, roto de forma unilateral por Washington y ante las protestas del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.

            “Rusia hizo todo lo posible para preservar este acuerdo, entablar una conversación profesional y concreta sobre las preocupaciones mutuas;  Estados Unidos no solo evitó este diálogo, sino también prohibió a sus aliados de la OTAN que participaran en el mismo”, espetó el canciller.

            Ha sido una escalada de tensiones: primero Trump amagó con abandonar el INF el 2 de febrero, de inmediato, su homólogo ruso, Vladimir Putin, anunció que si esas eran las intenciones de la Casa Blanca, entonces el Kremlin no tendría más que secundarlo también.

            Seis meses después ninguna plática diplomática, ni siquiera una mediación internacional fue posible por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para evitar un nuevo desaguisado que ponga al mundo al borde de una nueva y peligrosa carrera armamentista.

De acuerdo con el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI),  el gasto militar mundial subió 2.6% el año pasado  un nivel sin precedentes hasta ubicarse en 1.8 billones de dólares.

            En esa cifra histórica, Estados Unidos es la nación que más recursos está destinando a su industria militar, según datos del Pentágono, la cantidad de  649 mil millones de dólares es casi cuatro veces más la cantidad que China ejerce en defensa, el año pasado  de 250 mil millones de dólares.

            Arabia Saudita, India Francia, Rusia, Reino Unido, Alemania y Japón quedan muy lejos de las ingentes cantidades de dinero gastadas e invertidas en reforzar su aparato militar llevadas a cabo por Estados Unidos y China; los dos colosos que están disputándose la sábana del poder global.

A COLACIÓN

            Que el mundo gaste cada vez más en defensa no es una buena noticia, la más reciente desaparición –por decisiones unilaterales- del INF no es desde luego algo tranquilizador.

            Desde hace un par de años se atisbaba la vuelta a una Guerra Fría 2.0, hoy ya indisimulada pero esta vez desarrollada no por dos potencias bipolares en clara representación de dos bloques ideológica, económica y políticamente contrapuestos entre sí como aconteció con el capitalismo de Washington versus el comunismo del Kremlin.

            Esta vez es multipolar y tiene a China como objetivo de la Casa Blanca, la máxima preocupación desde hace veinte años de los estrategas norteamericanos que avizoraban el despertar de un gran gigante… su esplendor económico pero también geoestratégico y militar.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales 



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