Víctimas de actos de violencia basados en la religión
El 22 de agosto fue designado por la Asamblea General de las Naciones Unidas
como el Día internacional de conmemoración de las víctimas de actos de violencia
basados en la religión o las creencias. Esta designación se hizo a través de la
resolución A/RES/73/L.85, en la que la ONU “deploró enérgicamente todos los
actos de violencia contra las personas por su religión o creencia”.
Este día fue declarado como tal para que todos los gobiernos del mundo realicen
acciones de apoyo a personas o grupos que son perseguidos por su fe en
cualquier parte del orbe.
Con tantos siglos de lucha en pro de la libertad de religión, a estas alturas no
tendríamos por qué estar hablando de persecuciones religiosas ni de acciones
orientadas a erradicar este fenómeno del mundo actual, en el que por desgracia
abundan personas y grupos intolerantes que piensan que cualquier cosa es válida
si contribuye a la erradicación de las minorías religiosas, sobre todo aquellas que
han demostrado tener éxito en el campo de evangelización.
El problema con estos grupos de éxito es que ponen en riesgo algunos intereses y
privilegios de las mayorías religiosas dominantes. Esto ocurre lamentablemente no
sólo en los países de mayoría católica, sino también en las naciones donde la
religión dominante es la musulmana.
Por ello considero dignas de elogio las acciones implementadas por las Naciones
Unidas, un organismo que sabe perfectamente bien que el discurso de odio y la
intolerancia religiosa son fenómenos que, por desgracia, siguen presentes en el
mundo, ocasionando exclusión, sufrimiento y muerte.
La ONU sabe también que, para la erradicación de este problema ancestral, se
requiere la participación y el involucramiento de todos los sectores sociales de
todos los pueblos del mundo.
Lo digo con estas palabras porque el problema en cuestión no es privativo de una
sola nación, sino de todos los países del mundo, dónde las mayorías religiosas
continúan con su pretensión medieval, que consiste en suprimir a como dé lugar a
las minorías religiosas, sobre todo si el crecimiento de éstas representa una
amenaza para su estabilidad.
En la resolución citada en el párrafo primero de esta columna, la Asamblea
General “condena enérgicamente la violencia y los actos de terrorismo dirigidos a
individuos, incluidas las personas pertenecientes a minorías religiosas, sobre la
base o en nombre de una religión o creencia”.
Además de la anterior condena, la Asamblea General hace un llamado “a todos
los Estados Miembros, las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas y
otras organizaciones internacionales y regionales, así como la sociedad civil,
incluidas las organizaciones no gubernamentales. los particulares y el sector
privado, a que celebren el Día Internacional de manera apropiada”.
Esta importante resolución, tras poner de relieve “que la libertad de religión o
creencias, la libertad de opinión y expresión, el derecho de reunión pacífica y el
derecho a la libertad de asociación son interdependientes, están relacionados
entre sí y se refuerzan mutuamente”, reconoce también “que el trabajo conjunto
para potenciar la aplicación de los regímenes jurídicos vigentes que protegen a las
personas de la discriminación y los delitos de odio, el incremento de las iniciativas
entre religiones, confesiones y culturas y la expansión de la educación en materia
de derechos humanos son primeros pasos importantes para combatir los
incidentes de intolerancia, discriminación y violencia contra las personas en razón
de la religión o las creencias”.
Al proclamar este día de celebración, la Asamblea General recordó a los Estados
que su responsabilidad primordial es: “promover y proteger los derechos humanos,
incluidos aquellos pertenecientes a las minorías religiosas y su derecho a ejercer
su religión o creencia libremente”.
Twitter: @armayacastro