Trans: salir dos veces del clóset

Material transmitido por el Servicio Sindicado el pasado 10 de noviembre

Trans: salir dos veces del clóset
Por: (EL UNIVERSAL) | 11/16/2019

SAN JOSÉ, Costa Rica, noviembre 16.- "En una oportunidad estuve 45 minutos en un banco nacional convenciendo a una cajera de que un cheque era mío. Tuve que explicarle mi identidad de género, mi orientación sexual, por qué me había cambiado el nombre, mi transición... Después de 45 minutos nos hicimos muy buenos amigos".


Con esa anécdota, Jess inicia su stand-up comedy Ovarios Trans. A lo largo de 45 minutos, con jocosidad y una pizca de dolor, le narra a la audiencia lo que es ser un hombre trans en Costa Rica: "El punto es que realmente ser una persona trans en Costa Rica se trata de estar educando a las personas. Ser un hombre trans, es decir, con esta jacha [cara] claramente me veo como un hombre, pero tengo vulva y vagina, tengo ovarios... Uno anda como testigo de Jehová, pero a la inversa: tiene que estarle explicando a la gente lo que significa ser una persona trans, tiene que andar diciéndole a la gente un montón de cosas que no le interesan".


Sin herramientas para la transición
La historia de Jess empieza en Caracas, Venezuela, donde nació en 1989. "La identidad de género para mí fue muy confusa, porque desde que tengo uso de razón yo tenía muy claro que yo era un niño (…) Mi hermano mayor dice que a los dos años y medio empecé a decir que yo era un niño, y que cada vez que yo lo decía, mi mamá me daba un coñazo por la jeta".
En el barrio, Jess podía vestir ropa masculina y jugar futbol, pero cuando tenía que salir "en sociedad" venía el conflicto: su madre le exigía que vistiera vestidos y zapatos de charol.
El relato de Jess no es único. Su historia se repite una y otra vez dentro de la comunidad trans: "Es algo común que desde niños lo saben, pero no tienen las herramientas, entonces inician una transición de género hasta que están en el colegio o después", dice María José Longhi, del Instituto Humanista para la Cooperación con los Países en Desarrollo (Hivos).


Descubrimiento
Cuando Jess era estudiante de Comunicación en la Universidad Central de Venezuela, entró en contacto por primera vez con un grupo Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI). Se enamoró --de una mujer-- y salió del clóset por primera vez: se declaró lesbiana. Los conflictos en casa fueron repetidos incidentes de violencia física y sicológica, hasta que su madre terminó corriéndolo de la casa.
Aunque fue difícil, ya para entonces Jess tenía una carrera profesional y pudo defenderse. Una situación que no es la de la mayoría de la población trans en Costa Rica. Un estudio que incluyó a 259 mujeres trans señala que sólo 14% cursó la universidad.


Jess vive en Costa Rica desde 2014, es corresponsal. Recuerda bien ese año porque, por contrato, el periódico en el que trabajaba le exigía ciertos estándares de imagen.
Así que Jess fue al salón de belleza y entró en crisis, entendió que no era la persona en el espejo, corrió a la ducha para quitarse el peinado, se removió el esmalte de uñas y decidió que en su cumpleaños 27 se presentaría al mundo con una apariencia masculina.


Ya masculinizado, su segunda salida del clóset fue catapultada por un episodio de la serie The L Word: "Hay un personaje que se identifica como chica al principio de la tercera temporada y luego se da cuenta de que es chico y asume el nombre de Max. Cuando yo vi el capítulo me identifiqué, me levanté de la cama, me desnudé, me fui al baño y empecé a ver mi cuerpo. Me vi el cuerpo sin tetas, con pene y sin caderas, sin cintura y dije: 'Ah bueno, ahora sí me terminé de volver loco'.


"No dormí, esperé a que fueran las seis de la mañana y llamé al psicólogo, me atendió a las 7:00 horas, con una taza de café, ahí con ojeras, y me dijo: 'Mirá, lo que tenés es una crisis de identidad de género, vamos a empezar a tomar pasos para que vos explorés y veás hasta dónde te lleva eso'. Fue una época durísima, intenté suicidarme, pero afortunadamente conté con mi psicólogo", detalla.


El siguiente paso era empezar una terapia hormonal masculinizante.


El tratamiento hormonal lo que busca es dar un nivel similar al que tendría la persona cisgénero, la persona que está congruente con su género, dice Alejandro Cob, jefe del servicio de Endocrinología del Hospital San Juan de Dios, quien, en los últimos años, ha tratado a pacientes trans en consulta privada.


Para acudir al médico, Jess tuvo que reunir el dinero necesario. Fue hasta 2018 que lo logró. Desde entonces ha estado recibiendo un tratamiento con testosterona. Año y medio después ya tiene vello facial y corporal, su espalda se ha ensanchado y sus caderas han disminuido. Ya no menstrúa.

Ocultan identidad para tener derechos
No todas las personas transgénero tienen la misma suerte que Jess para acceder a un tratamiento con un médico particular: "Vos escuchás a las chicas [hablar] de las pastillas anticonceptivas, de hormonas que ellas se recetan", explica Longhi.


Este año, la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) decidió adoptar un protocolo de tratamiento para las personas trans, el cual está enfocado a la aplicación hormonal y al acompañamiento sicológico o siquiátrico del paciente, no contempla cirugías.


El protocolo ya está en funcionamiento, pero es probable que quienes lo necesiten no sepan que existe o que tienen derecho a éste.


Longhi menciona que muchas de las mujeres trans sienten (o les hacen sentir) que no son sujetos de derechos: no pueden ni alquilar una casa ni acudir a una institución pública, incluido un hospital. El 26% de las mujeres trans en 2018 dijo que había tenido que ocultar su identidad de género para poder recibir servicios médicos, como ser llamadas a consulta con el nombre que se les asignó al nacer.


Pero ahora, la ley permite que las personas cambien su nombre legal a uno que refleje su género autopercibido. Acatando una resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, desde mayo de 2018 el trámite se puede realizar gratuitamente ante el Registro Civil. A la fecha, 450 personas ya han cambiado su nombre.


El derecho también aplica para personas extranjeras. En abril de este año, Jess Márquez se convirtió en el primer extranjero en obtener un documento de identidad migratorio (Dimex) que lo ubica con su género autopercibido, lo presenta como hombre.


EL lujo de envejecer
En Latinoamérica, la esperanza de vida de la población trans es de 35 años; sin embargo, en la organización Transvida hay un grupo de mujeres de más de 50 años denominado Las adultas mayores. Una de ellas es Cassandra, quien vivió en una Costa Rica donde las visitas a la cárcel por estar en la vía pública eran pan de cada día, donde no le servían comida en un restaurante aunque tuviera el dinero para pagarla, donde difícilmente se publicaría un libro sobre sus vidas.


"Envejecer no es fácil para nadie, no luce, pero para nosotras las trans es más difícil. Para nosotras envejecer es un lujo", lee durante la presentación del libro Atrevidas, relatos polifónicos de mujeres trans.


La hostilidad del contexto
Esa noche, Cassandra tiene muy claro que ella es una sobreviviente. Entre la alegría de ver publicado un libro con sus historias, las chicas de Transvida están tristes. Falta Alondra.
Alondra fue líder y educadora en Transvida, la mujer trans que las representó en la 22 Conferencia Internacional sobre el Sida (AIDS2018) en Holanda ya no está.


"Era una chica con VIH que había entrado en una organización centroamericana de trabajo [sobre esa condición]", cuenta Longhi.


"Ella daba seguimiento a las personas que salían [VIH] positivas".


Pero un día renunció a su trabajo en Transvida y se fue. Entró en un ciclo de abuso de drogas, volvió al comercio sexual, abandonó su tratamiento y rechazó todo tipo de ayuda. Tras mucha insistencia, lograron traerla de regreso a San José, donde unos días después, el 9 de junio de 2019, murió en el hospital. Tenía sólo 38 años.


"El contexto es tan hostil para las mujeres trans que no te recuperas del todo. Hay quienes lo logran, pero no todas lo hacen", dice Longhi.


Mientras la sociedad cambia, mientras las leyes se adecúan, las mujeres y hombres trans, como Jess y Cassandra, deben encontrar la fortaleza para vivir y sobrevivir, para luchar con el objetivo de que la situación cambie para ellos y para las futuras generaciones.


Esta es la segunda de cinco entregas de un trabajo realizado en Costa Rica, Argentina, Venezuela y México, en el que se presentará la situación que viven las personas transgénero en la región.



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