A mi padre, en su partida
Se fue tu voz, callada entre suspiros,
dejando huellas firmes en la piel del alma,
tu paso, guía eterna entre los giros
de esta vida que hoy llora en calma.
Tu risa vive en cada amanecer,
tu fuerza en cada lucha que me embiste,
y aunque ya no te pueda ver,
sé que tu amor jamás desiste.
No hay sombra que apague tu memoria,
ni tiempo que borre tu consejo fiel,
en cada acto vive tu historia,
como un faro en la noche, firme y de miel.
Descansa, padre, en tu cielo merecido,
tu misión en la tierra ya cumplida está,
me dejas el ejemplo, lo aprendido,
y un corazón que por siempre, que por siempre te amará.
Te fuiste, padre, en silencio sosegado,
como quien cierra un libro ya leído,
dejando en cada página un legado,
y en cada frase, un abrazo compartido.
Amabas los relatos, las historias,
las que dan vueltas en la gran pantalla,
las que reviven viejas memorias
y hacen del alma una batalla.
Discutías el mundo con pasión encendida,
la política era tu juego y tu arte,
no por llevar razón, sino por dar vida
a un pensamiento libre, firme y aparte.
Me enseñaste a pensar, a cuestionar,
a ver el mundo con mirada abierta,
y hoy que no estás, me toca recordar
que tu voz aún vive en cada puerta.
Descansa, lector incansable de la existencia,
cinéfilo de sueños y debates sin fin,
tu ausencia pesa, pero tu presencia
se vuelve eterna... dentro de mí.
Te amo padre, por siempre y siempre te recordaré.
Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y utilidad ¡Hasta la próxima!




