El vilsito
Dos características unen a políticos con los ladrones. Ambos buscan una salida airosa. Una en la que no tengan demasiadas dificultades.
Para ello es conveniente, en el caso de los ladrones, tener una ruta de escape prevista antes de cometer el robo. Tratándose de políticos, no está por demás, no sobra tener un plan de contingencia para después del término del puesto, evitando sumergirse en las profundas y turbias aguas del pozo del desempleo.
En ocasiones las circunstancias propician tanto esa salida airosa como el plan de escape, en forma de una actividad decorosa, aunque de distinto género que la que se considera vocación principal. El proceso y la estrategia no están reservados a políticos y ladrones. En toda actividad hay situaciones de cambios predecibles, que conviene planear con absoluta frialdad y en su momento ejecutar con pasión.
Hay historias de éxito en esta migración laboral, una de las cuales conviene examinar y acaso reseñarla en el estudio de casos en las escuelas de emprendeduría.
El “VILSITO” es una taquería ubicada en la Colonia Narvarte, en la ciudad de México. Tiene la característica singular que alterna el espacio con un taller mecánico, que funciona durante el día para dejar la cancha a partir de las nueve de la noche a una de las taquerías más famosas de la capital. Allí se degustan lo que para muchos son los mejores tacos al pastor del mundo, aunque hay otras delicias.
Un conocido reseñador gastronómico nos informa: “Lo clásico es el taco al pastor, las gringas o los volcanes, pero las tortas, el taco de costilla, y el de bistec también son muy buenos.
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La historia de esta taquería es curiosa y como toda leyenda urbana, tiene sus variaciones y adaptaciones. Según eso, su propietario adquirió el predio para instalar un taller mecánico, pero resulta que dentro del inmueble estaba una instalación de taquería. Entonces, se le ocurrió la brillante idea de optimizar el uso del inmueble, de tal manera que durante las horas hábiles del día funcionaría el taller mecánico aprovechando la instalación de taquería para comida de empleados e invitados. Sin embargo, seguramente la calidad de los tacos o su folklórica combinación hizo que se abriera al público y por las noches la emblemática taquería sirve a muchos noctámbulos, algunos famosos, como artistas de teatro y de centros nocturnos que no quieren ir a dormir sin echarse un último refrigerio.
El nombre del “VILSITO” según dicen que es porque el dueño es apodado el “VIL”.
Algunos políticos debían mirarse en ese espejo; con esta cuarta transformación del país, su futuro a mediano plazo no pronostica mucha posibilidad en el medio oficial. Sobre todo, aquellos que hicieron de la perversidad, el cinismo y la arrogancia su menú cotidiano. Los que han ejercido el poder ventajosamente ante la obsecuencia o mediocridad de sus superiores, a quienes engañarían promoviéndose como producto de calidad superior. Cuidado, porque la historia es cíclica y el karma alcanza tarde o temprano a aquellos que han obrado mal, de maneras mucho más severas que el chanclazo, el zape presidencial o la proverbial pudrición del dese. Mejor sería pensarla bien e instalar un establecimiento de restauración u otro giro, aprovechando el nombre del funcionario para acreditarlo, tal como lo hizo el VIL, o buscar otro cargo de bajo perfil, como un escaño en alguno de tantos inútiles organismos, en algún órgano electoral, una asesoría partidista, o en otro sitio que asegure un término generoso, una labor cómoda, con una retribución suficiente. Algunos se obstinan a dar coletazos como ballenato herido, en lugar de ir más allá. Por eso yo le diría a algún funcionario que se aferra patéticamente a un poder que ya caduca: Ya VIL, no la tomes personal; deja de destilar veneno y preocúpate por tu futuro. ¿O acaso ya lo tienes asegurado y andas buscando cómo ocupar tu tiempo ocioso? Ah, picarón.
Pero la verdad, qué caso tiene darles recetas a los políticos. Casi todos ellos tienen resuelta su salida airosa y pocos batallan para conseguir el sustento una vez terminada su función, así que este consejo será tan superfluo como venderle chiles a la “Clemente”. Lo habitual es que el funcionario tenga ahorros suficientes producto de una administración prudente de sus ingresos durante el término de su gestión, que le permiten emprender un negocio, un despacho, con instalaciones cuyo lujo o grado faraónico dependerá de su previsión, o bien, simplemente vivir con la aviada. Es verdad sabida que la forma de vida ostentosa, inexplicable y hasta insultante de algunas personas que han sido servidores públicos, sería un día de campo para tantas instancias de auditoría, contraloría, asuntos internos, entes anticorrupción, etc., que lamentablemente gastan más tiempo en protagonismo y declaraciones vistosas que en acciones efectivas.