Darle a la democracia en la diana se está convirtiendo en el maquiavélico juego preferido de varios  políticos mundiales obsesionados por demostrar que, sus egos, están por encima de las mayorías,  de las instituciones, del Estado, de las leyes… en suma, de la esencia misma de la democracia.

            ¿Qué es lo más dañino? Que está aconteciendo en las gloriosas democracias occidentales, es decir, no estamos hablando de África, ni de América Central o América del Sur… mucho menos de China o Rusia.

            Acontece en Estados Unidos, en Italia, en España, en Reino Unido, también en Alemania, en Francia y otras democracias en las que últimamente viene siendo costumbre que el candidato ganador no siempre termina gobernando o si  lo hace es porque ha tenido que pactar hasta con el Diablo para ser envestido.

            Preocupa el narcisismo a toda potencia de Trump constantemente confrontado con los poderes y atribuciones de las propias instituciones y varios organismos que conforman el Estado norteamericano; si por él fuera terminaría torciendo todo a su gusto, amoldándolo a su manera.

            Después está Reino Unido con Boris Johnson como nuevo primer ministro quien llegó bravucón y aventurando la inminente salida “hasta por las bravas” de su país, con la activación del Brexit, el próximo 31 de octubre.

Aprovechando la ocasión, el presidente saliente del Consejo Europeo pidió al líder inglés no convertirse en el “señor no hay acuerdo” si se empecina en sacar a la nación insular a cualquier costo.

Johnson sigue un cartabón “a lo Trump”, desbocado y echado hacia adelante va cumpliendo sus amenazas, lo dejó entrever en Biarritz y lo llevó a cabo: anunció la suspensión por cinco semanas de todas las actividades legislativas.

La reina Isabel II le dio su aval para que Westminster permanezca sin actividades desde, el 10 de septiembre hasta el 14 de octubre próximos, la maniobra de Johnson ha sido calificada de antidemocrática encendiendo todavía más los ánimos en Reino Unido.

            Las consecuencias son impedir que partidos de la oposición e inclusive legisladores tories del propio Partido Conservador eviten una salida salvaje votando algún  decreto o enmienda.

A COLACIÓN

            El  premier inglés niega la intención justificando que la suspensión legislativa es para “ganar tiempo” para preparar una agenda de gobierno que permita  reducir los índices de criminalidad, modernizar la sanidad pública; y dotar de más recursos a la escuelas.

            Trump lo ha festejado señalando que “es el hombre que esperaba la nación británica” mientras la indignación política al interior de la City corre ríos de tinta clamando por un “golpe a la democracia”, una medida que es “una aberración constitucional” y a todas luces “antidemocrática”.

El líder laborista, Jeremy Corbyn,  iracundo denunció el “ultraje para la democracia” y el pintoresco John Bercow, líder de la Cámara de los Comunes, tachó   la maniobra  de “atropello constitucional”.

Ruth Davidson, cabeza del Partido Conservador en Escocia, renunció a su cargo como medida de protesta… el Brexit se lo está llevando todo en Reino Unido: ya se cargó a Theresa May como primera ministra, arroja a la economía británica a una recesión y ahora se carga la fe en la democracia británica; y de paso, Johnson mete a la reina Isabel II en el incendio del Brexit.

¿Qué puede evitar un Brexit salvaje y que el Parlamento quede paralizado durante cinco semanas? Una unidad de fuerzas políticas solicitando elecciones generales; medidas legales y la actuación del Tribunal Supremo para respaldar la Constitución y hasta el creciente clamor en las calles inundando de firmas la Cámara de los Comunes.

La libra esterlina ha reaccionado al visto bueno de la suspensión legislativa cayendo a su nivel más bajo frente al dólar y al euro en una década: respecto del billete verde descendió hasta los 1.21 dólares y con la moneda única europea a 1.10 euros y cada vez recrudecen las expectativas de los analistas que avizoran la histórica paridad de uno a uno de la libra con el euro.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales 

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