La abogacía
"Una cosa buena sólo puede serlo de una manera; una mala, de quinientas". - Dicho popular
Ayer, viernes 12 de julio, se celebró en nuestro país el día del abogado, que más que bien desde mi humilde opinión, debería denominarse, con mayor propiedad ,como el día de la abogacía. No obstante, en atención a las formalidades, continuaré la redacción de este espacio respetando dicho título.
Vale este suceso como pretexto para hacer una breve reflexión respecto a esta antigua e importante profesión.
Empezaremos aclarando que el quehacer del abogado no es una actividad mercantil. (El Código de Comercio no contempla a la abogacía como acto de comercio) por lo que no se le puede considerar a este como comerciante.
Por tanto, tampoco su actividad tiene como objetivo la obtención de un lucro. Entonces ¿Dónde se encuadra la función del abogado?
Bueno, la palabra abogado, del verbo "abogar" significa: "Interceder, hablar en favor de alguien o de algo", (Real Academia Española RAE).
A partir de esta definición podemos hacer un intento de aproximación del significado de la labor del abogado, pudiendo proponer como a: "aquél profesional del derecho que su trabajo consiste en ayudar a alguien en un caso específico, en donde sus habilidades sean de utilidad".
Si damos por hecho lo anterior, resultaría entonces que el requisito fundamental para ser abogado es tener ánimo de servicio.
Ello nos llevaría a considerar que para ser un buen abogado no es suficiente ser técnicamente competente, ni tampoco contar con los valores rectores de honestidad, lealtad, diligencia y profesionalismo (Esto es lo mínimo con lo que debe contar cualquier persona que desempeñe con dignidad el trabajo o profesión al que se dedique).
Para ser merecedor del denominativo abogado, además de los atributos anteriores, se debe tener un verdadero y profundo espíritu de servicio y de justicia.
El abogado, propiamente dicho, debe encontrar su sentido de vida y realización a través del servicio al prójimo.
La razón de ser de los abogados debe ser la de ayudar a los demás. Desde luego, en el proceso es justo que obtenga una retribución equitativa y proporcional a sus servicios, que le permita subsistir, crecer y desarrollarse, pero no debe ser su objetivo fundamental.
El abogado debe estar genuinamente interesado en auxiliar a sus clientes en las tribulaciones por las que se encuentren transitando, siempre alineando su conducta con la justicia y la razón.
Por lo que el trabajo del abogado no puede perseguir per se, la obtención de un lucro, sino la procuración del bienestar de las personas por las que aboga.
De manera que, la naturaleza de la función del abogado es la de poner sus conocimientos y habilidades profesionales, de calidad y rectitud, al servicio de las personas que se encuentren bajo su protección, para auxiliarlas en la contrariedad legal que les aqueje.
Resultando por ello entonces que un excelente abogado debe ser un profesional competente y virtuoso, que ponga en el centro de sus servicios el ayudar a sus clientes para mejorar sus vidas.
¡Felicidades en su día a esas personas superiores que merecen el título de abogados!
Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas letras hayan sido de su agrado y, sobre todo, de utilidad ¡Hasta la próxima!