La confusión de las élites… (Primera Parte).
A poco más de dos siglos de distancia, en nuestros Estados Unidos Mexicanos, la lucha de
las élites por el poder político, sigue teniendo como excusa el bienestar del pueblo bueno y sabio,
sin asumir que solo se trata de imponer una visión o una forma de mantener la libertad como un
privilegio de unos pocos, para administrar los bienes y recursos públicos a favor de los grupos que
representan, quienes agazapados esperan cobrar venganza de la expulsión del paraíso público.
Todo empezó cuando la guerra era el instrumento de acceso al poder político y los
sacrificios religiosos su legitimación, para mantener una división social que justificaba la
explotación de los muchos al servicio de los propósitos de las élites, después sin mucha variación
el modelo con una mayor división social basado en el origen del nacimiento, todo paso a manos
de las elites peninsulares extractivas de la metrópoli que estaba en ultramar.
Más tarde, los descendientes criollos de las élites peninsulares extractivas de ultramar,
cansados de no participar de los beneficios, privilegios y frivolidades de la administración de los
bienes y recursos extraídos por ellos, proyectando la desigualdad y exclusión de las demás castas
en la suya propia, decidieron, a partir de las nuevas ideas de la revolución francesa: libertad,
igualdad, fraternidad, contrato social, república y gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo, liberar y liberarse de las élites peninsulares extractivas de la metrópoli.
Sin embargo, entre las élites criollas no fueron suficientes las nuevas ideas, su
preocupación se mantenía concentrada en las ventajas que el modelo de sociedad creada por la
metrópoli extractiva de ultramar les ofrecía, lo que desató una discusión intestina interminable
entre las élites criollas, que se centraba en la forma en la que se administrarían los bienes y
recursos públicos, que ahora estarían bajo su cuidado y a los que en el pasado, nunca tuvieron
acceso.
También, en esta discusión la libertad y la igualdad lograron imponerse como garantías
universales, pero sin el más mínimo intento de convertirlos en instrumentos en la realidad,
arropándolas en un concepto copiado del modelo anglosajón, que solo trasladó la discusiones y
enfrentamientos de las élites criollas a la arena de lo que llamaron “pueblo” y todas las iniciativas a
favor y en contra del nuevo modelo de sociedad pasaba por el “pueblo”.
De tal suerte, que las élites fueron y vinieron durante los primeros cien años entre
emperadores y repúblicas, pero siempre, procurando tener el control de los bienes y los recursos
públicos, disfrutando de los privilegios y beneficios que su administración les otorgaban, utilizando
en todo momento, su preocupación por el pueblo y para el pueblo, que poco favorecido se veía,
porque las élites continúan explotando el modelo de sociedad que les fue heredada por las élites
peninsulares extractivas de ultramar.
Las ideas de la revolución francesa, solo fueron un buen pretexto para mantener la
discusión y el enfrentamiento interminable, para justificar la falta de estabilidad de lo que resultó
como Estados Unidos Mexicanos, porque las élites siempre argumentaron que el “pueblo” era un
menor de edad y eso, los obligaba a tomar decisiones en su nombre y beneficio.
Las élites siempre han sostenido que saben y entienden lo que necesita el “pueblo” y que
su quehacer, responde a esas necesidades y además, están convencidas, de que solo ellas
pueden administrar adecuadamente los bienes y recursos públicos, porque el “pueblo” no sabría
que hacer con ellos y los dilapidaría, sin embargo a lo largo de los años, aun en el siglo XX,
hemos visto como las élites y sus grupos, cada vez que acceden al ejercicio del poder, abusan de
la riqueza publica y disfrutan frívolamente del bienestar y los privilegios que se dan a la tarea de
administrar.
Específicamente en el siglo XX, las luchas entre las élites se matizó, la élite integrada
durante la revolución mexicana se hizo del poder político y no solo uso los recursos y bienes
públicos sino que legitimó dicha responsabilidad, en lo que se denominó la primera revolución
social del Siglo, por sus aportaciones Constitucionales en esta materia, pero que no fueron
institucionalizadas y solo se utilizaron, algunas veces como amenazas a las demás élites y otras
como graciosas concesiones al “pueblo” para mantenerlo bueno y sabio.
En resumen, el modelo de división social se mantuvo inalterado y se desarrolló un
mecanismo de ascenso social y bonanza económica a través de las relaciones políticas, que se
pudo ver más claramente, después de la década de los noventas, una vez que las leyes
desintitucionalizaron lo social de la primera revolución del siglo XX y se transformo al “pueblo” en
la mano de obra barata del libre comercio en América del Norte. (Continuará….)
¿Cómo lograr el país distinto y mejor que necesitamos? Podremos no coincidir, pero vale
la pena escucharnos.