La renegociación del T-MEC
Sociedad y derecho.
Ya se iniciaron los procesos de consulta pública para evaluar el funcionamiento del tratado como preparación para su revisión formal. Se está disponiendo el terreno para cambios o ajustes, aunque todavía no se está en la fase de renegociación total con todos los capítulos abiertos, lo que representa para nuestro país una venta de oportunidad para incidir en cómo funcionará el T-MEC en los años por venir, pero también un riesgo si no se anticipan bien los cambios que podrían acontecer desde Estados Unidos o Canadá.
El gran reto para nuestro país en la revisión formal del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá – T-MEC – consiste en que las condiciones de este no agraven los, ya existentes problemas de productividad que limita nuestra capacidad para beneficiarnos plenamente de dicha la integración comercial. Si las políticas actuales se mantienen sin reformas estructurales (educativas, tecnológicas, institucionales), el crecimiento será débil, lo que tiene implicaciones sociales como: menor creación de empleos de calidad, presión sobre servicios públicos, baja productividad y estancamiento en el crecimiento.
Si bien, sin lugar a dudas, el hoy llamado T-MEC ha sido beneficioso para nuestro país, sobre todo en empleos y mejores accesos a productos y servicios de calidad a precios competitivos generando un gran impacto no solo en lo económico sino en lo cultural y social, también ha tenido su lado oscuro, que de no atenderse correctamente puede producir efectos dañinos y difícilmente solucionables al corto y mediano plazo.
México ha aprovechado su condición de socio estratégico de Estados Unidos y Canadá consiguiendo su inserción en cadenas globales y empleos en manufactura
Esto es, bajo el acuerdo, el país ha consolidado industrias de manufactura destinada a exportación, lo cual contribuye al crecimiento y a generación de empleo, lo que favorece a trabajadores que ingresan al sector formal con mejores oportunidades, lo cual —en principio— puede reducir pobreza y fomentar la movilidad social.
No obstante, aun y cuando el comercio crece, no todos los sectores se benefician por igual. En particular, el sector agrícola —y sobre todo pequeños productores de maíz u otros cultivos tradicionales— los cuales han sufrido el impacto de liberalización de mercados. Por ello, la continuidad del modelo sin medidas que promuevan la inclusión rural puede profundizar la desigualdad geográfica y social, fomentando migración o exclusión, lo cual constituyen serios riesgos para la sociedad mexicana.
La alta dependencia de la economía mexicana de sus exportaciones al mercado norteamericano representa un riesgo. Un entorno global más adverso o mayores barreras podrían traducirse en desempleo, crisis regionales y graves efectos sociales. Además, si el país no ajusta su política fiscal, laboral y de cumplimiento regulatorio, puede quedar en desventaja en la renegociación del tratado.
Las consecuencias sociales, si se continúa sin cambios sustanciales, pueden constituirse en: Movilidad social limitada, parte importante de la población podría quedar excluida del dinamismo exportador (informales, zonas rurales, trabajadores no calificados). Migración interna o internacional: al no generarse suficientes empleos de calidad en regiones marginadas, se puede acentuar la migración del campo a ciudades o hacia Estados Unidos, con los efectos sociales que esto implica (desintegración familiar, vulnerabilidad, etc.). Presión en servicios públicos: un crecimiento débil y empleo de baja calidad puede reducir ingresos fiscales, comprometer pensiones, salud y educación, agravando la desigualdad. Descontento y polarización social: cuando la apertura comercial beneficia a unos pocos (grandes empresas, exportadores) y se sienten excluidos otros sectores, puede generarse un sentimiento de injusticia que afecta la cohesión social, entre muchos más.
Las reglas del T-MEC han otorgado, hasta cierto punto, certidumbre legal y comercio más fluido, lo que ayuda a atraer inversión extranjera directa y expansión de negocios orientados a la exportación, generando un potencial crecimiento del comercio e inversión. Lo cual puede traducirse en desarrollo regional, infraestructura y cadenas productivas que beneficien comunidades vulnerables, siempre y cuando dichas políticas se apliquen eficazmente, con lo que se podría fortalecer la clase trabajadora, reducir brechas de informalidad y mejorar el tejido social, al contar con salarios más justos y condiciones de trabajo más estables y equitativas.
Si México mantiene sus actuales políticas económicas en el marco del T-MEC sin realizar ajustes estructurales, la sociedad mexicana probablemente experimentará una dualidad: un núcleo relativamente próspero vinculado a exportación y manufactura, y una masa creciente que queda rezagada, con empleos precarios y bajos ingresos. En ese escenario, la promesa de que la integración comercial beneficie "a todos" se vuelve más difícil de cumplir.
Por tanto, para que la continuidad de las políticas sea verdaderamente positiva, es necesario que el país complemente el tratado con reformas de productividad, educación, instituciones laborales y programas de inclusión regional. De lo contrario, la brecha social se ampliará, y la integración económica no se reflejará de modo equitativo en el colectivo.
Como siempre un placer saludarlo, esperando que estas pocas palabras hayan sido de su agrado y, sobre todo de utilidad ¡Hasta la próxima!




