No puedes dar lo que no tienes
Sociedad y derecho.
La afirmación "No puedes dar lo que no tienes" adquiere especial relevancia dentro de la psicología afectiva y las teorías contemporáneas del desarrollo humano. Lejos de ser un simple aforismo, esta idea se sostiene en múltiples corrientes teóricas que coinciden en que la capacidad de brindar cariño depende de la disponibilidad afectiva interna, es decir, de los recursos emocionales que el individuo ha construido y preservado dentro de sí mismo.
Desde la perspectiva de la motivación humana, Abraham Maslow (1954) señaló que "las necesidades de estima y pertenencia deben ser satisfechas antes de que pueda emerger un amor pleno y maduro". Esta concepción implica que la entrega afectiva no es espontánea ni ilimitada, sino que depende de un entramado psicológico previo que otorga seguridad y sentido de valor personal.
En la misma línea, el psicólogo Nathaniel Branden (1994) afirma que "solo desde la autoestima puede fluir un amor sano hacia otros". La persona que no se percibe digna de cariño difícilmente podrá ofrecerlo sin distorsiones, sin ansiedad o sin convertirlo en una forma de dependencia emocional.
La metáfora del desierto resulta útil para ilustrar esta lógica: quien camina con una cantimplora vacía, aun queriendo ayudar al sediento, carece de la capacidad real de brindar agua. De manera similar, quien se encuentra emocionalmente agotado o desconectado de sí mismo no puede ofrecer afecto genuino.
Carl Gustav Jung (1951) señaló que "lo que no se hace consciente se manifiesta como destino"; es decir, el individuo que desconoce su propio vacío afectivo reproduce relaciones en las que intenta dar lo que no posee. Esta tensión se observa claramente en lo que Anna Lembke (2021) describe como la paradoja del sufrimiento contemporáneo: "Será que somos infelices porque nos esforzamos mucho en no ser infelices." Esta frase revela cómo la negación de la propia vulnerabilidad genera mayor malestar y, en consecuencia, una menor capacidad para conectar afectivamente con otros. En la medida en que el sujeto reprime sus propias necesidades emocionales, se vuelve menos apto para brindar cariño.
En concordancia, Brené Brown (2012) advierte que "la compasión hacia otros sin autocompasión es insostenible". Quien intenta amar desde la autoexigencia o desde la negación de sí mismo termina emocionalmente exhausto.
John Bowlby (1969), desde la teoría del apego, explicó que el modo en que fuimos cuidados de niños determina nuestros "modelos internos de trabajo", es decir, nuestras representaciones básicas sobre el amor, la confianza y la disponibilidad emocional. Un apego seguro produce un yo capaz de dar y recibir cariño. En cambio, los apegos inseguros generan limitaciones afectivas estructurales que obstaculizan la entrega emocional.
Esto significa que el cariño hacia los demás no emerge de la nada: depende de estructuras internas desarrolladas mediante experiencias tempranas de cuidado y posteriormente fortalecidas por la autocomprensión y el autocuidado.
La literatura humanista subraya que el afecto requiere una fuente interna recargada. Mark Nepo (2010) sintetiza esta idea con la frase: "No es posible servir desde un recipiente vacío." Esto implica que el cariño necesita procesos de autorregulación, descanso emocional, introspección y límites saludables. Sin estos elementos, el afecto se convierte en un acto forzado o en un sacrificio emocional que tarde o temprano se vuelve insostenible.
La noción "No puedes dar lo que no tienes" constituye un principio sólido dentro de la psicología contemporánea. El cariño hacia los demás emerge de un reservorio afectivo interno que requiere autoestima, autocompasión, experiencias tempranas de apego seguro y una relación consciente con la propia vulnerabilidad. Como advierte Lembke, el intento de negar nuestras necesidades emocionales —es decir, esforzarnos excesivamente por "no ser infelices"— produce mayor vacío interno, reduciendo nuestra capacidad de amar. En otras palabras, solo cuando el individuo cultiva su propio bienestar afectivo está en condiciones de brindar cariño auténtico, estable y saludable a quienes lo rodean.
Como siempre un placer saludarlos, esperando que estas pocas palabras hayan sido de su agrado y, sobre todo de utilidad ¡Hasta la próxima!




