Mi Padre murió en mis brazos

Sociedad y derecho.

Mi querido Padre, el señor licenciado y notario público Juan Bautista Lizárraga Osuna, falleció el martes primero de abril después de una larga enfermedad.

Se fue en paz. Dios me dio la oportunidad de estar a su lado hasta el último momento.

Tomando su mano, consolándolo hasta donde me fue posible, besándolo, acariciando su frente, vi cómo se le fue yendo la vida hasta que dejó de respirar. Tuve la gran oportunidad de pedirle perdón por mis fallas como hijo y, hacerle saber que le perdonaba cualquier error que hubiera tenido él como Padre.

El dolor que siento es inefable, es decir, no se puede describir con palabras, solo puedo decir que es algo terrible y a la vez consolador, por un lado, la tristeza enorme que me invade al darme cuenta de que ya no estará conmigo, que no volveré a escuchar su voz, esa voz que con solo oírla me daba una sensación de paz y seguridad que no encontraba en ninguna otra parte; pero también, alivio de saber que ya no está sufriendo y que se encuentra en un lugar mejor.

Vienen a mí, sin proponérmelo, cientos de recuerdos suyos, de cuando yo era niño y veía a mi Padre como alguien superior al resto de los mortales en todos los sentidos, más sabio, fuerte y valiente y, empiezo a llorar de forma inconmensurable hasta quedar exhausto.

Conforme fui creciendo la percepción de grandeza que tenía de mi Padre ¡se reafirmó y fortaleció!

Ya siendo adulto, lo vi como el ser humano que era, con defectos y virtudes, debilidades y fortalezas y; fue entonces que comprendí el gran hombre que era.

Los verdaderos héroes son aquellos que, a pesar del miedo, carencias y limitaciones, logran sobreponerse y afrontar las cosas y ser valientes para sí mismos y para sus seres queridos.

Pues bueno, así es como era mi Padre.

Alguien que, a su modo, siempre puso a su familia primero. Un Maestro que enseñó a sus hijos a ser personas de bien, con su ejemplo de trabajo duro, esforzado, responsable y honesto.

Mi Padre no era perfecto, nadie lo es, pero sí fue el Padre más perfecto que pude haber imaginado tener.

Se fue, pero seguirá viviendo en mi corazón mientras siga latiendo.

Y en el corazón de mi Madre, la señora Olivia Motta de Lizárraga a quien él amó tanto y, en el de mis hermanos, Olivia, Diego, José y Roberto, quienes lo quisieron y quieren con un amor infinito, el que mi Padre se ganó.

¡Espero volver a verte Papá y cuando llegue ese momento seré el más feliz! ¡Te amo y siempre te amaré mi querido y adorado viejo!



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